Bicicletas

24 de Enero del 2017 - José Luis Peira (Oviedo)

Definitivamente, lo que pasa en esta España no pasa en otro lado. En estos días ha trascendido una iniciativa del RACE para impulsar modificaciones restrictivas en el uso de la bicicleta. Podría ser que no merezca la pena salir al paso de globos de sondeo, pero resulta que en este caso me parece que conviene ponerse la tirita antes de que llegue la herida.

Este club, como la Asociación del Rifle, puede tratar de influir según sus intereses, lo cual no es necesariamente algo que pase por el bien común. A los hechos me remito:

basta con aportar hechos sencillos. Las naciones más avanzadas de nuestro entorno muestran una relación directamente proporcional entre su progreso y el uso de la bicicleta. Alemania, Francia, Holanda, Austria, en fin, muestran una cultura ciclista abrumadoramente superior a la nuestra y a la vista está que el resto de los asuntos no les va tan mal como a nosotros, cómodamente situados en el furgón de cola para todo. Pongamos, para no aburrir, como ejemplo a Dinamarca, una nación con el tamaño de Cataluña que tiene doce mil kilómetros de carriles para bicicletas. Copenhague tiene varios cientos. Pero no es solamente que posean infraestructuras ya realizadas, como aparcamientos masivos y otras cosas, es que la ciencia sobrevenida por el uso de décadas les anima a impulsar iniciativas y normas que redundan en su uso, como, por ejemplo, una regulación del tránsito urbano conocida como "la ola verde", en la que los semáforos están sincronizados para facilitar el flujo constante a velocidad bici.

He podido comprobar, viajando, que en algunos aspectos de esta índole es irrelevante el color del Gobierno transitorio en estos países, sencillamente con algunas cosas no se negocia, ya gobierne la ultraderecha o lo contrario.

Así están las cosas por ahí afuera, ese espacio exterior al otro lado de los Pirineos. Ya no es necesario explicar que en el mundo entero se va replanteando el uso del automóvil como medio de transporte urbano. Los señores del RACE no se han debido enterar de esto; de los problemas irremediables de polución, accidentes, de los costes inmensos de las infraestructuras que requieren las ciudades esclavizadas por el coche. Ya queda claro que las calles peatonales mejoran sus negocios, y la calidad de vida del futuro apunta inequívocamente en esa dirección. El coche se va a acabar tal y como lo conocemos hoy, eso es un hecho como que el Sol un día se tragará a la Tierra. Tratar de retardarlo como cuando los tatarabuelos se oponían a la llegada del vapor no es más que el rescoldo de algo que ha emprendido ya la cuesta abajo. Pero, claro, ciertos disparates sólo tienen trascendencia en España. A los hechos me remito.

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