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Estado de confusión

27 de Enero del 2017 - Justo Roldán (Oviedo)

Cuando llega un momento en que uno ya no es capaz de filtrar las noticias de las opiniones. O cuando las opiniones acaban siendo la fuente de la noticia, uno termina creyéndose ésta, por la opinión que se hace de ella. Así, cualquiera de nosotros puede caer en el convencimiento de que una simple gripe se convierta en una preocupación tan generalizada como exagerada.

No es inusual, sino todo lo contrario, el escuchar a los más permeables a este tipo de noticias (que aun siendo así todos los años, todos los años se presenta como algo excepcional) decir con un tono marcado por la preocupación... ¿No oyes lo que dice la tele y lo que pone el periódico, de que está por todos los lados lleno de contaminación, que no se sabe lo que respiramos, ni lo que comemos?... ¡Así estamos todos! Que no oyes por la calle más que decir que todo el mundo está malo que si gripe, que con fiebre, que si esto, que si lo otro. Pues esto es una pequeña muestra de lo que llega a mis oídos, y contado con un cierto pesimismo, que es a toda luces infundado, aunque haya sido creado artificialmente por los medios de comunicación.

Mi madre, octogenaria ella, pero con la lucidez más o menos propia de la edad, me contaba estos días en una de esas conversaciones telefónicas habituales:

Hijo, ¿qué tal estás?... Bien, le contesto, aquí aguantando el frío... ¡Ah bueno!, el frío se aguanta bien, se abriga uno, y no pasa nada, porque yo no entiendo a la gente (me dice), toda la vida hemos pasado la gripe y siempre se curó. No entiendo cómo ahora la gente nada más que tiene unos síntomas va corriendo al médico.

Esto bien pudiera servir como ejemplo de la influencia de las informaciones cuando éstas nos llegan a raudales, por todos los medios de comunicación, presentadas casi siempre como si de una epidemia del cólera se tratara: es alarmar por alarmar. Es crear en la sociedad un estado de confusión tal que algo que es normal en estas épocas, como son los síndromes gripales, y que tienen una sintomatología uniforme, en todos los casos, aunque varíe en la zona corporal más propensa a sus efectos.

Tal es así que existen hasta frases tan hechas, pero con tan poco valor probatorio, como el decir que la fiebre de los nietos es la neumonía de los abuelos, y hay quien se lo toma al pie de la letra. No se puede creer todo lo que se lee o se oye. El estar informado es un deber. El estar saturado de información es ya un exceso, del cual no sale para nada la claridad, pues como digo al comienzo, se termina alterando la realidad, con la opinión de la noticia.

Hay que ser rigurosos en la información y críticos nosotros a la hora de asimilarla. En el invierno hace frío, llueve, hiela, nieva; se cogen catarros, gripes, se agudizan algunos problemas respiratorios y óseos. Pero esto no es ninguna noticia extraordinaria. Si acaso, lo noticiable sería que no pasase.

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