¡Y sí, la luz se hizo, pero carísima¿!
Un año más, la subida del coste de la luz, no es de recibo. Siempre que se anuncia un incremento en la tarifa de la energía eléctrica, lo cual ocurre con excesiva frecuencia en nuestro país, los consumidores se ponen de uñas contra el Gobierno. Y no les falta razón. Parece que el Ejecutivo, sea del signo que sea, le trae al pairo que los hogares no puedan encender la calefacción en los inviernos gélidos, como el que estamos atravesando, porque no les llegan sus ingresos para pagar la factura.
Que un producto de primerísima necesidad, la luz eléctrica, suba en las cuantías que lo hace, es un escándalo que debería provocar la dimisión de quien demuestra ser, cuando menos, un absoluto incapaz.
Esta última subida de precios, brutal en un país que acaba de atravesar una crisis económica durísima, como siempre afectará de manera muy especial a los cientos de miles de personas que no pueden hacer frente al recibo mensual. Supondrá, además, un motivo de empobrecimiento adicional para una clase media que ha visto cómo su nivel de vida, conseguido con ímprobos esfuerzos, ha caído desde el año 2008 de una manera estrepitosa. Al mismo tiempo que sumará grandes dificultades a muchas empresas que, dependientes de la energía eléctrica para producir sus bienes y servicios, deberán hacer frente a un sobrecoste insoportable en una época en que gran parte de las que aun resisten lo hacen a duras penas y muchas de ellas con la amenaza de cerrar sus instalaciones.
Para que el país salga a flote, por supuesto, hace falta energía eléctrica, pero no tan cara, pues para el particular, para el ciudadano de a pie, --de justicia es admitirlo--, se trata ya de casi un artículo de lujo.
Por otra parte, ¿hay algún particular en España que sepa interpretar el recibo de la luz? Seguro que no, por la sencilla razón de que esos recibos están confeccionados para que nadie los entienda y no pueda reaccionar así al tener conocimiento de que lo que paga por la luz es bastante más de lo que esa luz cuesta en el mercado. Incluso, porque en los citados recibos figuran unos llamados peajes, que incluyen los denominados costes fijos del sistema, además de los incentivos a las energías renovables y al carbón, entre otros.
Por ello, da la impresión de que los que mandan solo atienden al déficit público y al tarifario, siendo inmunes a las cuentas de un inmenso número de familias españoles.
Con tantos impuestos y tasas, ¿habrá que decir "apaga y
vámonos"?
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