Marco Polo seguirá viajando, pero no en televisión
¿Cómo hacer de la Historia una aventura? ¿Qué tienen los mongoles que no tengan los chinos? ¿Qué es Kublai Kan frente a su legendario abuelo? Marco Polo pasa de ser el hijo de un mercader a un consejero imperial, y un maestro marcial, gracias a la astucia del comerciante de no tener patria. Esta serie es la encarnación de la belleza visual medieval por su seriedad consistente y su alto presupuesto. Pero es este elevado coste de producción el que justificará, de alguna forma, su prematura capitulación.
La joya producida por Netflix, canalizadora de la ambiciosa pretensión de extenderse internacionalmente para llegar al mercado chino, al combinar en su ficción cultura europea y asiática, ha abierto la veda para desconfiar de Netflix al anteponerse, como tantos otros canales llevan haciendo desde siempre, una supuesta rentabilidad al respeto e integridad de los seguidores.
¿Qué mató a la serie? ¿Qué provocó acabar con ella antes de su ansiada tercera temporada? Su credibilidad. Su elevado presupuesto necesitaba costear el maravilloso apartado artístico, raramente mostrado en una serie, y el material humano, que se traducía en la implicación de un gran número de trabajadores. El mestizaje cultural y la calidad interpretativa del reparto, junto a lo comercial de las artes marciales en escena, deberían haber sido razones suficientes para no eliminar de la cartelera uno de los grandes hijos de Netflix, plataforma de entretenimiento y divulgación cultural que, no nos engañemos, tiene beneficios estables por su formato, los cuales mejoran por una mayor demanda exponencial de sus servicios de calidad.
Casi pasa lo mismo con House of Cards, otra de sus series-estrella, de las más caras, y de sus mejores platos originales para servir en la mesa del hogar. Si no fuese por el sacrificio de los bolsillos de sus protagonistas, Kevin Spacey y Robin Wright, esta serie ya estaría criando malvas por muy competente y entretenida que siga siendo.
Todo esto resulta ser una ironía dramática, como bien señalaría el narrador de la serie Una serie de catastróficas desdichas (otro producto original de Netflix), ya que Marco Polo, aquel al que muchos le atribuyen el descubrimiento occidental de la pasta, se lo meriendan por temas de pasta, de otro tipo. Supongo que es lo malo del arte audiovisual con respecto a las Bellas Artes Quien algo quiere, algo le cuesta, se dice. En las Bellas Artes es una advertencia, en la industria cinematográfica es claramente una amenaza.
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