Aquí la Tierra
He dejado pasar unos días esperando a que cierta noticia tomara desarrollo. Sin embargo, desafortunadamente, no lo tuvo. El titular, más o menos, era el que sigue: Las ocho personas más ricas del mundo tienen tanto como la mitad del planeta.
Bien, aunque esa información merezca matices ni siquiera los tuvo. No fue portada en ninguna prensa, apenas aparecía como un breve, una anécdota como que alguien ha descubierto una rueda de bicicleta que no se desinfla o un maquillaje que se disuelve solo al amanecer. Así están las cosas. A la prensa no le importa, a la gente, a lo que veo, tampoco.
Las portadas se han llenado con los chiflidos a Ramos, la dimisión de Abelardo (furvol, mucho furvol)... que si la ola de frío que atrapa a unos cuantos en Murcia y que en el PP nadie recuerda a Bárcenas ni a su esposa.
Ya no sé qué pensar. En mi opinión ni siquiera se trata de una conspiración planetaria para desinformar a la plebe, sencillamente, esa plebe se conforma con los piensos compuestos que le echan a granel, una suerte de Soylent Green de rebajas, futbolazo y teleprogramas que asustan con el tiempo.
Nos hemos habituado a vivir con dramáticos problemas crónicos y por esa misma razón no los evaluamos como superables. Los aceptamos sin más, como la lluvia, ni eso siquiera, pues de las nevadas de estos días se culpan a las administraciones de turno. Esto es peor: la injustificable y bochornosa desigualdad se nos hace casi una decisión divina, o cósmica, una ley física que el hombre no puede modificar.
Que suerte para algunos. Para esos ocho y otros tantos que pueden dormir tranquilos. Nadie se preocupa por ellos ni por sus manejos. El nivel de preocupación pueblo llano está focalizado en Ramos, que metió un penalti en fuera de juego. O con la mano.
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