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Evitar el "bullying" es tarea de todos

29 de Enero del 2017 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

En mis tiempos de adolescencia, decíamos acoso, pero hoy lo decimos en inglés, porque parece más elegante, y es que seguimos siendo unos acomplejados, al renunciar a expresar numerosos vocablos en nuestra rica lengua española, hablada por unos 500 millones, tan extraordinaria en matices.

Aunque se van dando pasos en la buena dirección, todavía queda mucho para que el acoso escolar deje de ser una realidad en los colegios de nuestro país. A día de hoy, la medida estrella del Gobierno es la puesta en marcha de un teléfono llamado "ciberacoso": el 900018018. Comenzó a funcionar el día 1 de noviembre pasado y el nuevo teléfono aflora 33 casos verosímiles al día.

Para muchos de nuestros niños, el "cole" se ha convertido en una fuente de violencia del que ellos son víctimas y que ejercen sus propios compañeros. Un empujón o un mote gracioso en clase no es "cosa de niños" y puede tener un final peligroso, como ha venido a demostrarlo hace escasas semanas la trágica muerte de Lucía, una niña de 13 años que se ha suicidado en Murcia.

Impotencia, indefensión y frustración son, entre otros, los calificativos con los que definimos la sensación que tal despropósito nos genera. Sin embargo, debemos saber y reconocer que las acciones de acoso (bullying) a través de redes sociales (ciberbullying) o de violencia física (agresiones y hostigamiento) y psicológica (burlas, exclusión, insultos, etcétera), son más habituales de lo que imaginamos.

Todo ello nos debería poner en guardia. Han bastado unos cuantos e-mails para confirmar que en nuestra comunidad abundan, desde Infantil y Primaria casos de niños que toman el tentempié matutino a solas; niños que temen interactuar con los demás en el recreo; pequeños que ni se atreven a llevar balones al colegio por miedo a represalias; pandillas de niños de 8-10 años que deciden quién juega al fútbol en las horas de asueto; críos que varían súbitamente sus hábitos alimenticios o chiquillos que rehúyen asistir a clase. Evidentemente, todos estos son síntomas de mala convivencia y de acosos directos o indirectos.

Dichos comportamientos deberían alertar a equipos directivos y profesores. En cuanto a nosotros, padres, madres y abuelos, el diagnóstico no puede ser peor. Porque si doloroso es comprobar que algunos de nuestros niños asumen posiciones de abuso y de poder con respecto a sus iguales, idénticamente de denigrante es constatar que hay grupos ya en Educación Primaria que, atemorizados, se limitan a pasear en soledad o con otros "humillados" para no molestar a los "líderes" durante el recreo.

Duelen muchísimo las malas faenas que pueda alguna vez sufrir un ser querido, un hijo, un nieto. Y duele, sobre todo, por la inquietud que supone saber que un niño puede estar desprotegido en un lugar donde su protección se sobreentiende.

Duele creer, asimismo, que entre los deliciosos locos bajitos juguetean pequeños aprendices de monstruo que se amparan en la impunidad de un recreo en el que campan a sus anchas.

Por ello, profesores, padres y abuelos, sigamos todos muy atentos.

Nos concierne y obliga a todos.

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