Veni, vidi, bici

28 de Enero del 2017 - Julio L. Bueno (Oviedo)

La sensatez requiere similar esfuerzo cerebral que

mantener el equilibrio sobre una bicicleta

(adaptado de Hellen Keller)

Semáforo en rojo. Un ciclista se lo salta y sigue. Circulaba por la calzada o por la acera, pero nada impide que siga por una o por otra, o que aproveche para cruzarse y cambiar de una a otra, o de otra a una. Carretera estrecha y virada, con cambios de rasante y con escasa visibilidad: un pelotón de aficionados avanza a lo suyo, en columna de a tres o en hilada, con potestativa opción de adelantamientos sin señalar. En cualquier lugar y con oscuridad: bicis sin ninguna luz ni reflectantes. Probablemente, el ciclista va vestido con ropa oscura. Alguien sale de un portal y se encuentra una bicicleta que rueda sibilante pegada al muro. Timbrazos en la acera porque un carrerista vuela salvando obstáculos fijos y semovientes. Otro se desliza raudo y displicente, brincando sobre una sola rueda. Alguno circula con una mano en el manillar y otra en la tableta con la que va grabando la peripecia. Para qué van a llevar casco. Una patrulla de chavales en competición cruza como una exhalación recortando retadoramente la trayectoria de una hilera de vehículos embotellados. Un triciclo sube parsimoniosamente por el centro de un carril en rampa, creando una sugestiva caravana de seguidores. Una pareja de ciclistas con auriculares y con el ángel de la guarda en día libre decide alternar su marcha errática con un abrupto cambio de dirección sin avisar ni mirar, ¡vaya, esta vez ya tenemos un golpe!

(a ver en qué queda el susto).

Obviamente, no todos los ciclistas son así. Obviamente, no todos los peatones cruzan sin mirar por donde les peta, ni todos los coches van de kamikazes, aunque sobre unos y otros podría enunciarse similar casuística de pecados capitales.

Pero hoy parece que toca referirse a la bici. Hay en estos días una cierta polémica suscitada por el posicionamiento del Club de los Automovilistas (RACE) a favor de la extensión al mundo de la bicicleta de ciertas medidas de seguridad y control, amplia y largamente aceptadas como lógicas en el mundo de la automoción. Como, por ejemplo, identificación del vehículo o pólizas de seguros para cubrir diversos riesgos. Como, por ejemplo, adoptar medidas de visibilidad, señalización y seguridad personal. Como, por ejemplo, cumplir el Código de la Circulación y no transitar por un limbo normativo entre los algodones de invisibilidad o benevolencia controladora, sin parangón en el ámbito del vehículo a motor.

Tan lamentable como frecuentemente, el ciclista lleva la peor parte de errores propios y ajenos.

La polémica ya ha encontrado algún eco en las páginas de este periódico, y no creo que la mera sugerencia de una extensión de exigencias a favor del bien común sea interpretable como un ataque o una aversión al mundo de la bicicleta. Máxime cuando prácticamente todos los ciclistas son también peatones y también automovilistas. Me estoy refiriendo al bien común. No estoy aplaudiendo la mera conquista de un nuevo coto para la sangría tributaria, lo que desafortunadamente suele ser inevitable y antipática secuela (o precuela) de cualquier intervención administrativa en terrenos poco roturados. Ni mucho menos me estoy refiriendo a una persecución al ciclista para hacer asfixiante la actividad o el deporte en bici, antes al contrario. Una bici matriculada y revisada técnicamente de forma periódica, y un ciclista con una bici dotada de coberturas y elementos de seguridad activa y pasiva es bueno para todos. Para empezar, para mí, para ti y para él mismo.

Supongo que los buenos amigos de los animales, no los histéricos, podrán estar en contra de los escaparates de venta y de la propia venta, pero no de que nuestros fieles compañeros, comprados, regalados, rescatados, cedidos o adoptados estén vacunados y registrados, y sus dueños, debidamente protegidos contra cualquier eventualidad, por si alguna mascota, propia o ajena, tiene un mal momento y nos da un día de perros. Supongo que los buenos ciclistas, que supongo son la mayoría, querrán copiar lo bueno de algunos países que tan frecuentemente evocan -generalmente europeos-, con larga tradición de uso entrañable, natural, práctico, experto y civilizado de la bicicleta. Igual que supongo que no querrán copiar el modelo de jauría rodante que impera en otras latitudes, con más bicicletas aun que Holanda o Dinamarca.

Y supongo que todos estaremos de acuerdo en que el mundo del ciclismo, que empezó como un juguete pero que tiene fundadas expectativas de ancho y largo futuro, no haya alcanzado aún tal nivel de excelencia que aconseje dejarlo como está. Sucederá igual que con la evolución de la normativa referente a vehículos y animales, que ha ido complicándose con el incremento de población y parque, a la par que redundando en beneficio de todos.

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