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Elecciones a la Federación Asturiana de Caza

1 de Febrero del 2017 - Eduardo Bros Martínez (Oviedo)

Toca referirse a un asunto que, tal parece, se encuentra varado. La actual situación de la Federación Asturiana de Caza, a la vista de lo que acontece, está resultando atípica comparativamente con sus homónimas del resto de las diversas autonomías en orden a establecer un calendario electoral cara a unos plebiscitos que establezcan la renovación de cargos referentes a la presidencia y junta directiva.

El bien de la caza en Asturias, en cuanto aquello en lo que personalmente creo, me lleva a una consideración: hay que cambiar el actual panorama de comunicación del ente federativo. Un factor esencial identificado como de penuria en el actual organigrama de trabajo de la precitada federación, más allá de lo reglado de sus obligaciones estatutarias, es aquel que merece ser calificado en virtud de un serio déficit de carácter dinamizador en la estrategia de instruir y defender profusamente (le corresponde en primera instancia a la Federación) los valores característicos que siempre ha tenido a bien trasladar la caza al conjunto de la sociedad, síntoma inequívoco de lo que representa su buen ejercicio, frente aquellos estigmas contrapuestos de reconocida identidad que tratan por todos los medios de destruirla.

No se ha hecho así desde la Federación, según criterio muy compartido; sus dirigentes viven ausentes de protagonizar espacios informativos en los que tenga la oportunidad de mostrar, siempre que sea oportuno (serían muchas las veces), la verdadera identidad de un sector que cumple formalmente, pese a quien pese, con los requisitos de controlar, fomentar y proteger todo tipo de fauna silvestre. La ciudadanía debe saber estas cosas. Cualquier iniciativa que se prodigue contraria al buen ejercicio de la caza debe tener respuesta; presencia activa inmediata como alegato en salvaguarda de los principios elementales que la identifican como pujante sector económico y agente social; herramienta imprescindible en la defensa de los espacios y recursos naturales. Para ello, revertir la actual situación, en la medida de todo lo posible, requiere de la máxima asistencia de un ente que por el supuesto potencial de su estructura administrativa tiene la obligación y responsabilidad de organizarse en torno a la mejora sustancial de una aceptación compartida por la mayoría de la sociedad.

La caza vive tiempos convulsos en cuanto a la credibilidad de su buen ejercicio atizado sin mesura por dogmáticos de perfil ultraconservacionista que la ha hecho quedar en entredicho ante la ciudadanía. Hace falta contrarrestar, sin tiempo que perder, el alto grado de animadversión origen de acciones violentas crecientes de palabra y obra, generadas por detractores, quienes, a su vez, tipifican falazmente a la caza como destructora del espacio faunístico. Es por eso que no basta con esperar a que el proceso amaine, cuestión que no sucederá, si no se pone remedio.

Crecen y se expanden los animalistas en el continente europeo colonizando asentamientos, llámese ocupando cargos en los organismos públicos, incidiendo, día a día, en su capacidad de aplicar y defender normas meramente conservacionistas típicas. Para tal fin, la caza es un foco de atención sobre el que tienen puestas muchas de las expectativas de su futuro regenerador. A estos efectos no les pasa desapercibido en absoluto el movimiento cinegético sobre el que vuelcan las esperanzas, no lejanas, de poder reducirlo a la nada.

Por tanto, así las cosas, se requiere actualizar la referida institución, potenciar e intensificar el discurso. Rejuvenecer sus arcaicas estructuras pasa por la llegada de personas jóvenes, instruidas en el conocimiento, activas, pragmáticas, con sensibilidad pedagoga y contenido en la comunicación.

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