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Algo será futuro y depende de nosotros

1 de Febrero del 2017 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Los humanos necesitan alimentarse. Dejaron de ser nómadas recolectores para producir alimentos, asentarse, y defender sus asentamientos. Alimentos, asentamientos y su defensa, hicieron más perentoria la necesidad de transmitir los logros y establecer compromisos. Esto trajo el concepto del Derecho y la Ley impuso un orden jerárquico en las personas: unas para defender, otras para controlar, y otras esclavizadas para producir alimentos. Siempre existió la esperanza de una situación mejor: un «no-aquí» o utopía, en un «no-ahora». Astrónomos y magos, observaban los cielos buscando la estrella guía. Artesanos, con los pies en la tierra, desarrollaron la industria y los mercaderes el mercado. Las ciudades surgieron y se establecieron castas y clases: era la civilización. Las civilizaciones se enfrentaron: unas crecieron, otras colapsaron, y otras se aletargaron hospedándose entre los vencedores. El triunfador se quedaba con todo. Hoy, sin embargo, hay grandes posibilidades para cambiar ese mundo estándar, e incluso para devastarlo totalmente. Pero seguimos sin poder satisfacer las necesidades de alimento, cobijo y vida, para todos. ¿Viviremos en la precariedad o haremos otra cosa? Algo de ello será futuro.

Si la robótica aumenta la productividad y no aumenta el número de consumidores al decaer las horas de trabajo por persona; entonces habrá que hacer algo para reducir las horas de trabajo anuales por persona y empresa hasta alcanzar el pleno empleo. Obviamente, se reduciría el salario anual a dichas personas para que sean competitivos los costes de las empresas. Esto no significaría que no haya otras horas de trabajo compensatorio para esas personas en otras empresas; pero con función pública (al estar contratadas por la Administración para realizar obras o servicios) y siendo obligadas a contratar a un número determinado de esos trabajadores, que han quedado en dicho «desempleo activo», hasta que completen las horas anuales garantizadas a todo el mundo en su cualificación. Si fuera necesario trasladarse a otro lugar para esa función, lo harían sin coste adicional para su familia. Otros, buscarían una actividad de forma autónoma (como encargarse del propio hogar), percibiendo entonces una simbólica retribución de la Administración hasta completar las horas anuales establecidas. Así, todo adulto cotizaría a la Seguridad Social por el total de sus horas anuales. Ahora, imagínense que estos criterios se aplican al medio rural para facilitar una industria alimentaria, altamente tecnológica de alimentos de calidad, cotizados al alza y con demanda. La tecnología pastorearía el ganado y vigilaría su estado (así como el de prados, bosques y cultivos) por medio de sensores y comunicaciones: nada que ver con vacas hublots soñando con ojos de buey en sus vientres. Pero para eso sería preciso una Administración emprendedora que realizase las obras necesarias e hiciese las gestiones para fabricar, en empresas privadas, la maquinaria adecuada (diseñada por la Universidad bajo su encargo ex profeso que pagaría). Eso atraería población sobre los núcleos rurales, y haría posible en ellos una renovada industria agroalimentaria. Sí, será preciso subir impuestos, desarrollar la robótica, y aumentar la productividad y la actividad de todos. Sin embargo, los acreedores querrán subirnos los impuestos para que paguemos la deuda. Algo será posible sin hambrunas, pero es preciso convencer a los acreedores de que seremos eficaces y productivos en el futuro.

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