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Falsedades y catastrofismos

3 de Enero del 2010 - Ramón Esteban González (Luarca)

Cierto, muy cierto. Gracias a una columna de unas cien líneas publicada en su diario, me he librado de una angustia que apenas me dejaba vivir en este mundo tan lleno de falsedades y catastrofismos.

Por fin, la verdad: la patraña del cambio climático al desnudo. Una confabulación entretejida globalmente por ONGs, ecologistas paranoicos, seguidores a ultranza de Nostradamus y hasta eminentes científicos e investigadores, todos conchabados en la insidiosa tarea del anuncio de un inminente Armagedón. ¡Uf, qué respiro!

Con los datos obtenidos por un audaz pirata informático anónimo y altruista –deduzco– se acaba de descubrir la mayor estafa global desde que el mundo gira sobre su eje. Gracias a corroboradas aportaciones sabemos, por fin, que el deshielo de casquetes y cimas de alta montaña eran tan sólo falsas tomas de técnicos mercenarios duchos en fotomontaje y debidamente recompensados... Que los niveles de gases dañinos emitidos a la atmósfera eran convenientemente adaptados a oscuros intereses, incluso que, gracias a los esfuerzos de ciertos estados unidos, junto con sus socios orientales, los perniciosos humos en cuantía sobrevalorada habían ido en claro descenso en las últimas décadas, gracias a los acuerdos en la reducción de industrias contaminantes y, sobre todo, a las leyes que penalizan fumar en lugares públicos. Que el gran pontífice de este monumental contubernio –Al Gore– sólo persiguió el «Oscar» y los beneficios económicos derivados de la denuncia.

¡Malditos bastardos! El Tribunal Penal Internacional debería haceros compartir celda con marines torturadores, genocidas y líderes de países fabricantes de armas de destrucción masiva. En el juicio confesaríais los ardides para haber hecho cambiar de hábitos a osos polares, de la huida de especies marinas a mareas más convenientemente fríos, de la migración de especies vegetales a altitudes más frías de alta montaña. Todo mentira: las mediciones climáticas se tomaron al mediodía y a pleno sol por los biólogos en nómina de esta gran multinacional de la mentira. Menos mal que, gracias a piratas informáticos y columnistas adeptos, se desenmascara a calentólogos sectarios. Yo no lo llegaré a presenciar, señor Neira: sólo le deseo que sus descendientes gocen de las bendiciones una Tierra feliz, libre de toda transgresión, como usted tiene por seguro.

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