Presidente Rajoy, ¿ya podemos poner la calefacción?
¡Qué llueva, qué llueva, la Virgen de la Cueva...!
En esta vida, casi todo lo que sube suele bajar. Bueno, menos el precio de la luz que siempre está en alza. Con la llegada del frío, todas las familias viven el mismo problema. ¿Calentamos un poquito la casa?, le dice la esposa al marido. No, todavía no. Hay que aguantar.
Las suaves temperaturas de los comienzos del invierno ayudaron a aguantar sin poner los radiadores. Pero, poco a poco, las viviendas se han ido convirtiendo en neveras, y las familias no crían pingüinos, albergan a niños y a personas de edad que necesitan temperaturas aceptables.
Como la luz sube, diga lo que diga el Gobierno, sube también la venta de aquellas míticas bolsas de agua caliente con la que nuestras abuelas intentaban que al entrar en las sábanas no viviésemos un traslado al Polo Norte. Han pasado algunas décadas desde aquello, pero hemos vuelto a esas bolsas. Peces forrados que despiden calor y que tanta gracia les hace a los niños pequeños.
La crisis tiene estos regresos al pasado. Bolsas y lo que haga falta para evitar que la factura de la luz se convierta en un documento con números rojos. Ciertamente, hay facturas y facturas, pero la de la luz llega a ser el auténtico agujero negro por el que se puede colar hasta una familia entera con la economía cuarteada.
Las tarifas eléctricas --sostienen algunos políticos--, suben porque se han disparado los precios del petróleo, del gas natural y del carbón. Y, sobre todo, porque no llovía ni hacía viento. Actualmente está cayendo agua a cántaros y haciendo viento para dar y tomar, cumpliendo las predicciones meteorológicas, así que estamos de enhorabuena. Bienvenidas pues estas borrascas si sirven para que baje el precio de la energía eléctrica.
A Mariano Rajoy le parece "normal", pero a mí --y sospecho que también a usted, amigo contribuyente-- esto de la luz, quizás porque utilizo bombillas de bajo consumo y las tengo encendidas el menor tiempo posible, me resulta absolutamente anormal. Considero increíble, asimismo, que los españoles paguemos, junto con alemanes, irlandeses y daneses, el recibo más caro de Europa. Nuestro presidente también ha dicho que "el problema es la parte libre, la parte que depende del mercado".
Difiero casi totalmente, señor Rajoy, el mercado, la oferta y la demanda, el sistema de subastas, el viento y la lluvia, son solo un tercio del problema. En el intrincado recibo de la luz se dice que solo el 35% de su importe sufraga los megavatios regulados e impuestos que inflan la factura.
Igualmente, me parece anormal que el consumo eléctrico esté gravado en España más que en ningún otro país de Europa. Reparemos simplemente en el IVA: 10% en Italia; 18% en Francia; 19% en Alemania y 5% en el Reino Unido. Como es bien sabido, en España, el 21 por ciento.
¿Quién impide pues al presidente corregir el 65 por ciento del problema? Sencillamente el ministro Cristóbal Montoro, ya que bajar el IVA a nivel italiano reduciría los ingresos de Hacienda a menos de la mitad. Y es que a Montoro, es fácil creerlo, parece enloquecerle la subida del petróleo y horrorizarle la lluvia.
Por todo lo antedicho, cada vez se escucha con excesiva frecuencia en el bar y en la peluquería, el latiguillo "no puedo poner la calefacción" o "pongo la calefacción solo un ratito, en los días más fríos". Esta es, por desgracia, la actual vivencia en la mayoría de los hogares españoles que se tienen que enfrentar al duro invierno que nos ha tocado en suerte.
Puede decirse también que el año en curso está siendo una prueba de fuego para la economía española y que el Gobierno deberá demostrar que las reformas de las que presume empiezan a notarse en el bolsillo del ciudadano o, por el contrario, solo serán parches que no dejarán de pasar factura.
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