No es país para viejos
No quiero copiar un articulo publicado por Joaquin Leguina, con el mismo nombre, más bien creo que ambos hemos aprovechado el titulo de la película magistralmente interpretada por Javier Barden como título del artículo.
Asturias, como ya sabrán los lectores, es una de la comunidades donde la población está más envejecida, y son multitud los jubilados que mantienen a una juventud que no logra acceder a un mercado de trabajo cada vez más restringido por la propia revolución digital que estamos sufriendo. Hace ya 40 años cayó en mis manos un libro "El shock del futuro", en el que el autor, Alvin Toffer, ya hacia hincapié en los cambios laborales que se nos venían encima con motivo de la tercera Revolución Industrial; en aquel entonces sonaba casi a ciencia-ficción.
Me acuerdo de mis padres, ya fallecidos, pero cuántos habrá como ellos en esta región nuestra que son azotados por esta sociedad, que ni los acoge (no existen suficientes plazas de geriátricos, ni dinero para pagar los 1.350 euros/día), ni los respeta, sólo los acepta o, mejor dicho, acepta sus pensiones.
Me acuerdo de mi madre cuando le daban la tarjeta bancaria, y ella, como tardaba tanto en leer y comprender, el cajero le tragaba la misma sin poder sacar dinero; hoy su sucursal más cercana, donde cobraba la pensión, sólo es de tarjetas, no dispone de personal, y lo mismo pasa cuando quieres acceder a un billete de cercanías, hoy una máquina, o cuando llamas por un motivo: "Marque 1 para..., o 2 para... o ponga todos los números de teléfono, etcétera...". Del móvil inteligente no hablemos, hoy si uno no está en la red, o al menos maneja el ordenador, no es nadie; lleve sus cuentas por ordenador, compre por Ama...on, vuele a mejores precios a través de la web, etcétera.
Es un mundo al revés, la gente es cada vez mayor y la sociedad sólo busca jóvenes, y a poder ser guapos y esbeltos. No podemos ir contra la sociedad, pero este pobre jubilado aconseja que no cedan por comodidad, que los hijos o los jóvenes toman esto como signo de senectud, y ya estamos arrinconados; no hay que ceder, que, entonces, estamos perdidos.
Faustino Busto Pisón
Oviedo
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