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En la Cueña les Cabres

1 de Marzo del 2017 - Inocencio Granda Fernández (Oviedo)

Dice cierto periodista estadounidense que en breve el planeta Tierra dejará de cobijarnos poniendo el todopoderoso a la venta diez o quince apartamentos de gran lujo a un kilómetro de la corteza terrestre (si bien he leído) para otros tantos multimillonarios que le hagan compañía en tal privativa situación; que cuentan con esmerados alimentos para, al menos, seis u ocho años y películas de alto contenido para su engolfado entretenimiento. Vista así la situación, al resto de los mortales sólo nos queda que bailar con las estrellas. Tal vez ese engolfado productor de alimentos basura envidie nuestro pasodoble con las luminosas estrellas, alimentados por el arrebatado planeta Tierra engastado en las puntas del tenedor que El que es más poderoso habrá de poner en nuestras inocentes manos. Ese desdichado no me arrebatará ni un segundo más de nuestras finiquitables horas porque en otro entretenimiento, más placentero, me ocuparé en los altos picachos del Aramo, dedicado al pastoreo de mis mansas la "Galana" y la "Perla", la "Pastora" y la "Careta", que sufre de cosquillas y ordeñarla es toda una odisea. Dos están echadas rumiando lo embuchado y las otras dos mirándome, como dando las gracias por tan sabroso pasto al que las he acercado. Yo las meso de una a otra porque llegué a la conclusión de que no hay mejor compañía en estos fujitivos tiempos, que nos arrebatan y conducen al arca subterránea donde los pensamientos de avaricia y envidia, gula e ira, lujuria y pereza lo mismo que de la soberbia dejarán de acecharnos, recreándonos en la prudencia y justicia, en la fortaleza y templanza, virtudes propias de habitantes interestelares ya que los terrícolas las pasan por el forro de cualquier pertenencia.

En este ensimismamiento me voy alejando de mis ganados, internándome en paisaje geológicamente tunelado, que se cierra y abre a las estrellas como diciéndome "recréate en el universo cielo con sus nimbos sueltos y muy oscuros; despelucha tus pensamientos por dejar un testimonio a tanto dedicado a almacenar tesoros cuya "errumbre y orín los volverá polvo" y, en los que no se recrearán por tener los párpados cerrados (si hay, en su día, quien los cierre). Algo cansado me asiento, recostado al muro almohada, quedándome plácidamente dormido sin más abatimiento que el almacén de mis pensamientos. Mi mente, así dormida, se va ensoñando en los hórreos y paneras de Pedroveya, amortajados con ristras de mazorcas artísticamente entretejidas por las manos de los artesanos íncolas cuya maestría no hay Leonardo da Vinci o Miguel Angel que iguale.

Cuántas medallas y trofeos a la verborrea politiquil y cuán olvidados quienes nos instrumentalizan de pistolas silenciosas, que con sus balas (granos de mazorca) aniquilan los gusanos que revuelven el libro de nuestro hambriento estómago. ¿Qué supondría para ellos un trofeo o bandeja de plata u oro en la que van esmeradamente grabados patronímico y gentilicio? Menos que un pie de maíz con su trofeo (o dos) porque con su yunta y la estela de los surcos de su arado tienen trofeo más que suficiente.

Así ensoñado salgo de mi arrebato lujurioso pensando que mis mansas compañeras me aguardan, esperando que libere sus apretadas ubres del incomparable manjar, que aparte de saciar mi estómago reconvertiremos en queso afuegalpitu y manteca fortaleza de brazo y antebrazo de los niños, futuro digno relevo, que con mano recia al arado seguirán trazando esos surcos menos efímeros que la estela de los reactores. Tampoco importa a los esforzados íncolas que el mundo de las estrellas terrícolas siga ávido de trofeos y panejíricos en versos becquerianos de Lope de Vega o de Gabriel y Galán, maestro indiscutible de todos los tiempos.

La "Careta" me dejó ordeñarla reprimiendo sus revolucionarias cosquillas, tal vez por compasión al ver mis ojos desorbitados de tanta elucubración pastoril rematando que "de mis soledades vengo y a mis soledades voy que para las sendas paradisiacas que llevo bastan mis pensamientos".

Como corolario diré que felicito a mis estelares y admirados poetas metafísico-naturalistas, que deambulan a paso firme bajo los paisajísticos e inspiradores horizontes lorenzanos.

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