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La generación tras(h) la generación X

19 de Diciembre del 2009 - Diego Cózar Rodíguez (Cangas del Narcea)

No tuvimos un verano del amor o un Woodstock. No estuvimos en Vietnam, ni vivimos la muerte de Franco. No corrimos delante de los grises, ni participamos en la transición. No recordamos la caída del Muro, ni la mano de Dios. Ni siquiera el 5 de abril de 1994 le dimos importancia a la muerte de Kurt Cobain.

Somos los nacidos en los ochenta, somos los sucesores de la generación X, de la generación apática. La generación que renunció a Dios, y a la reina de Inglaterra. La misma generación que en el 94 enterró al último mito de la música, al fundador del último gran movimiento musical, el grunge. Todo esto cuando nosotros aún éramos demasiado jóvenes para comprender su transcendencia.

Pasamos nuestra adolescencia y nuestra juventud a caballo entre dos siglos, entre los noventa y los que algunos llaman los años nada (2000-2009). Aquellos que comienzan con la caída de las torres gemelas, y que algún cronista exacerbado quisiese terminar con el Obamazo de los Nobel.

Y quiero señalar que no es nuestra culpa el haber disfrutado de esta década de vacas gordas, la del crecimiento económico y la estabilidad para Occidente. Como no es nuestra culpa la crisis que ahora padecemos. Nosotros éramos niños cuando se implantaba la cultura del microcrédito, el crédito Express, y las hipotecas a cincuenta años.

No somos grandes luchadores, como buena tercera generación. No hemos encabezado ninguna gran causa social, ninguna revolución. Y se nos puede acusar de tibios y de apáticos en la defensa de nuestros derechos, pues al fin y al cabo, los tratamos con el desdén de quién no ha tenido que hacer nada para conseguirlos. Y únicamente nos preocupa el cambio climático, el canon de la SGAE, y alguna guerra bien publicitada.

Algunos nos llaman la generación Y. La generación que precede a la W, a los niños de la World Wide Web, la primera generación digitalizada de la historia de la humanidad. Representando nuestra generación el papel de puente, entre la última generación tradicional, y la primera generación digital. Pues no somos la generación de las redes sociales, aunque hayamos caído en ellas, ni somos una generación digital aunque no concibamos nuestra vida sin Internet.

Servidor jugó con un Spectrum, con una Nintendo de 8 bits, y con una Playstation. He conocido el MS2, multitud de Windows, y Mac. Yo utilicé un teléfono de rosca y un iphone. El progreso es evidente, pero en cualquier caso, mi generación fue la última en jugar a las canicas, a las chapas, al escondite, a la pilla. Somos la última generación que se crió con Hanna Barbera, Barrio Sésamo y Érase una vez la vida. Nosotros descubrimos los dibujos animados japoneses cuando todavía se llamaban Oliver y Benji, Heidi, o Marco.

Somos la generación de oro del deporte español, somos la generación de Nadal, de los Gasol, de Alonso, de gran parte de la selección de fútbol y de baloncesto. Somos los últimos con un mínimo respeto hacia el castellano escrito, pues nuestros sucesores no lo escriben, lo perpetran. Somos la generación más cívica de la historia, una generación de alérgicos a la violencia. La generación de la tolerancia, que no de la aceptación. Somos ateos y apolíticos, y a cambio rendimos culto al cuerpo, la moda y a la tecnología; y votar se ha convertido para nosotros en un acto de fe.

Somos también la generación de la LOGSE, somos una generación de universitarios destinados a la larga cola del paro, que crecimos con las vacas gordas y maduraremos con las flacas. Somos una generación que deberá crecer sin ayudas europeas, somos los que tendremos que pagar los efectos de las prejubilaciones, y de los diversos quehaceres de los diecisiete gobiernos autonómicos, y de las diputaciones. Somos aquellos que no nos hicimos ricos, ni nos lucramos con el boom de la construcción, y que por ello no podemos comprarnos una casa.

Pero no podemos olvidar que nosotros estábamos ahí cuando se hundió el World Trade Center, asístimos al auge y caída de George W. Bush. A la caída de Sadam Hussein, y de los talibanes. Contemplamos el segundo ascenso y colapso del PSOE. Asistimos a varios fines del mundo, al del efecto 2000, al de la gripe aviar, el de la gripe A. Y fuimos testigos de excepción cuando los mercaderes de los templos como Madoff hicieron resquebrajarse los mismísimos cimientos del capitalismo, aunque nadie se crea ya que esta es la caída del gigante, ni que en Asia esté la alternativa.

No obstante, como se decía en El club de la lucha, no hemos sufrido una gran guerra, y nuestra gran depresión es nuestra vida. No hemos construido el sistema, y sin embargo crecimos en él. No hemos pactado las normas con las que jugamos. Y al igual que en la película solemos esperar que nuestro alter ego ganador, representado en este caso por cualquiera que diga tener una respuesta, solucione nuestros problemas, y dé una salida a nuestras inquietudes.

Somos una generación gris. Desde luego no tan colorida como la de los sesenta, o la de los setenta. Y sin embargo somos la generación que deberá solucionar los profundos desajustes del sistema que nos han llevado a la situación actual. Somos los dirigentes de un mañana cada día más cercano.

Somos lo que el mundo ha hecho de nosotros. Somos la consecuencia lógica del devenir de la sociedad, somos los niños criados por la televisión, el resultado de millares de años de evolución humana. Somos el culmen de la Historia de la humanidad.

Y muy pronto, nos tocará decidir. Hasta ahora somos el resultado de las acciones del mundo, muy pronto veremos que el mundo es el resultado de nuestras acciones, y sinceramente, esto es para estar muy preocupado.

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