Viajar
Viajar es algo más que ir en busca del sol. Es cambiar de ilusiones, escenarios y prejuicios; es indagar, descubrir personalmente aquello desconocido; y cuanto mayor sea el grado de curiosidad de que dispongamos, más constituirá una fuente inagotable de información y de placer. Hay que afirmarlo ya: viajar es uno de los placeres de la vida que sirve para revitalizar la mente. Es la única cosa que pagas y te haces rico, según un autor desconocido. Una vez has concluido un viaje, la travesía nunca termina, ya que es recreada desde la vitrina de los recuerdos. Así que desata amarras y navega, alejándote de los puertos conocidos.
Subtítulo: Ver cosas nuevas despierta la mente
Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva manera de ver las cosas, nos advirtió Henry Miller. Es cierto, ver cosas nuevas despierta nuestra mente y hace florecer ideas y sentimientos. Viajar es una sensación única. Adquirir el hábito de viajar debe figurar en la lista de nuestras inquietudes; claro está, en función de los recursos económicos de cada cual, olvidándonos de los riesgos e inconvenientes que pueda suscitarnos. Cuando se proyecta un desplazamiento al extranjero, ni el idioma puede esgrimirse como excusa; nadie, que se sepa, por desconocerlo ha dejado de regresar a su hogar. Tengamos muy en cuenta que cuando se pierde el respeto o miedo a viajar, a lo nuevo, a salirse de la monotonía, en corto, mediano o largo desplazamiento, pronto nos percataremos de que viajar ensancha las ideas, se vuelve uno más tolerante y ejerce el influjo enriquecedor sobre los protagonistas. Es, en realidad, un camino para reformarse. Tiene otra ventaja, cual es la forma de descubrir si ciertas personas te agradan o las odias viajando con ellas.
Cada vez que se emprende un viaje es como abrir las páginas de un nuevo libro, en el que los viajeros son sus principales protagonistas, con todos sus riesgos, aventuras y no pocas ilusiones. Al cruzar de regreso el umbral del hogar, el libro se acaba. Y ya se sabe que un libro se abre con interés y se cierra con provecho. Obviamente, con la lectura de un buen libro se puede emprender el maravilloso vuelo directo de un viaje, cómodamente y sin mayores gastos, pero nunca seremos los protagonistas de las aventuras. Nos convertiremos en simples espectadores y esta condición no nos permitirá experimentar las agradables sensaciones que producen los viajes en vivo y en directo. Tampoco nos permitirá archivar con toda nitidez en la biblioteca de nuestras mentes cuantas imágenes y conocimientos podemos adquirir. Luego existe otra manera de viajar, sin coste ni riesgo alguno, utilizando la nave de los recuerdos, pero aquí el placer ha de soportar el peso de la nostalgia, al transformarse las imágenes en blanco y negro con el paso del tiempo.
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