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Cuando nosotros también fuimos refugiados

21 de Febrero del 2017 - Sergio de Fuente Garrido (Alcorcón (Madrid))

Ya nadie parece acordarse de aquellos aterradores años de guerra y de posguerra, en los que España nunca había estado tan enferma y tan dividida socialmente; sumiéndose bajo el yugo y el silencio de una dictadura militar que duraría casi cuarenta años. Parece ser, que ya no recordamos a los miles de españoles y españolas que tuvieron que marcharse al exilio ante el horror de la guerra y en busca de una vida mejor para ellos y su familia. Parece ser, que el odio, el miedo y el racismo nos ha cegado completamente, impidiéndonos ver la realidad; una realidad que es el reflejo de nosotros hace casi setenta años.

En España, por desgracia, las opiniones sobre los refugiados son muy dispares. Unos defienden profundamente sus derechos, dándoles la bienvenida a nuestro país; otros, en cambio, consideran que los exiliados son un cáncer para España, aportando siempre los mismos y argumentos egoístas y segregacionistas, como: Los refugiados nos robarán el trabajo y aumentará la delincuencia y el terrorismo en nuestro país. ¡España para los españoles!. También, están aquellas personas que prefieren mantenerse neutras ante esta situación, sin opinar nada al respecto.

Sin embargo, la situación no es tan fácil como creemos. Curiosamente, y relacionado con este tema, hace unos meses tuve un debate filosófico con mi profesor de filosofía; el cual, aplicando el método de la mayéutica (aplicada por el maestro Sócrates), hizo que descubriera la realidad por mí mismo. Está claro que debemos ayudar a aquella pobre gente asilándola en nuestro país, pero ¿podemos acogerlos a todos?. Por desgracia no podemos, por lo que no sería justo acoger a unos y a otros no, no podemos decidir quién vive o quién muere ¿qué podemos hacer para que todos ellos puedan ser cobijados? La única solución sería que cada estado europeo, acogiera a un número determinado de personas, es decir, hacer un reparto equitativo entre todas las naciones.

Ayudar a estas personas no es una obligación, es nuestro deber. Ante todo no debemos olvidar nunca que son seres humanos que lloran, que ríen, que sienten, que padecen. Nosotros también fuimos refugiados.

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