Carta a los Magos de Oriente
Muchos años han pasado ya desde que envié mi última carta a Sus Majestades. Era un niñato entonces y, por primera vez, no les pedí juguete alguno, y sí unos esquíes, que más tarde me llevarían a formar parte de aquel reducido e histórico pionerismo que inició, con grandes sacrificios y entrega, el deporte blanco en Asturias, hoy multitudinario y al alcance de todos. Era la Navidad de 1935-36, y España se precipitaba ya al abismo, impulsada por los malos y equivocados servidores de una República tan bien recibida, cuatro años antes, por el pueblo lleno, harto de la monarquía borbónica y de un capitalismo tiránico.
Hoy este carpetovetónico país vuelve a vivir malos tiempos, muy convulsos, debido ahora al mal servicio que también le viene prestando, desde la transición, su clase política, cada vez más enfrentada y dividida, y todo porque las ideologías e intereses de partido están por encima de los problemas y necesidades de la ciudadanía, que sufre ahora en sus carnes una feroz crisis económica, la cual no se detectó a tiempo y creo que no está acertadamente llevada. Por eso ahora, queridos Magos (lo de reyes y coronas no me va, lo siento), mi carta esta vez, después de tanto tiempo, es para pedirles algo muy distinto. Esto que se esboza a continuación:
Que todos los partidos políticos –sobremanera el gobernante y el opositor– pospongan sus ideologías y formen un frente común para que, ante todo, se pueda salir de la crisis cuanto antes, y sin más traumas para las clases que más la están sufriendo –clases media y trabajadora–, y luego la recuperación de la paz social, tan dañada, amén de a más compacta unidad de las comunidades autónomas, sin privilegios ni favoritismos para nadie. Todas medidas por el mismo redero estatal, aplicando con rigor también, lo que determina la Constitución, a cuantos andan en aventuras sediciosas separatistas y se están cargando el idioma oficial, impunemente.
Sí, egregios emisarios del tiempo, de todos los tiempos, que por las calendas de la Navidad venía a recordar al mundo la verdad nacida en Belén un día, y a recoger nuestras cartas, por favor, atender lo que en ésta se os pide para que todo vuelva a la normalidad en esta atribulada tierra hispana, sin odios ni rencores, sin sombra alguna del triste pasado cainista, respetando símbolos, creencias religiosas y cuantos valores éticos y morales aportan los hombres de bien a la sociedad, tan deshumanizada hoy. Y que la paz no sea una frase, la libertad un camelo y la Constitución una vapuleada señora que nadie respeta.
Aquí os va esta carta, venerables Magos de Oriente, atenderla, por favor, y que vuestra estrella nos envíe a todos su mensaje de amor y de paz. Y en España y en el mundo, una eterna Navidad, con todo lo que ella representa para todos los hombres de buena voluntad.
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