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El coronel de aviación

22 de Febrero del 2017 - Enrique Álvarez-Santullano Fontaneda (Oviedo)

Ema Destinnová fue una reconocida cantante de ópera nacida en 1878 en Praga, en el antiguo imperio austrohúngaro. Saltó a la fama siendo muy joven, después de realizar setecientas representaciones en el teatro de la opera de la corte de Berlín, interpretando cincuenta y cuatro papeles diferentes, entre los que destacó Salomé, dirigida por su propio autor: Richard Strauss. Fue una auténtica celebridad en su época (a la sazón lo que ahora sería Beyonce), pero más allá de sus incuestionables dotes para el canto destacaba por su extraordinaria belleza. Fue pretendida por la flor y la nata del imperio austrohúngaro: diplomáticos, aristócratas, políticos, actores, reyes..., y fueron innumerables los admiradores anónimos que hacían largas colas en los camerinos para tener la oportunidad de conocerla y declararle su amor. Incluso el mismísimo Enrico Caruso, compañero de la diva en 21 representaciones en el Covent Garden de Londres y el Metropolitano de Nueva York, estaba locamente enamorado de ella, y no cejó en su empeño de conquistarla durante años. Pero el corazón de Ema pertenecía a un piloto de la aviación checa, veinte años más joven, llamado Joseph Halsbach. Al regresar de sus vuelos, el coronel de la aviación lanzaba diariamente desde su caza enormes ramos de flores al jardín de la casa de Ema. Al finalizar la guerra se casaron y tuvieron dos hijos. Ema fue acusada de colaboración con la resistencia checa y fue obligada a recluirse con su marido bajo arresto domiciliario para el resto de sus días en su palacio en las cercanías de Praga. Su carrera quedó truncada para siempre y estuvo a punto de ser condenada a muerte por el gobierno. Desde entonces sólo cantaría para él y sus invitados. Aun así fueron muy felices. Cuando en 1930 Ema Destinnová murió, el coronel de la aviación destrozó todo el palacio y dicen que arrancó hasta los enchufes de las paredes con la boca. Esta historia, y otras muchas, las cuenta (mucho mejor que yo) el premio Nobel de Literatura Jaroslav Seifert, en un libro de memorias imprescindible titulado "Toda la belleza del mundo". Hace más de veinte años que una amiga me lo dejó, y esta es la única historia del libro que ahora recuerdo. Tengo grabada en mi memoria la imagen del piloto haciendo pasadas a baja altura sobre la casa familiar de Ema y lanzando los ramos de flores desde el avión, y el inhumano desgarro y su rabia ante la muerte de su esposa. El otro día lo recordé al ver a un amigo de mi hijo de 17 años abatido porque su novia le había dejado. Nunca he logrado encontrar la traducción española del libro de Seifert (aún desconozco cómo se descarga en pdf y he perdido el contacto de mi amiga), existen algunas fotos de la Destinnová en internet e incluso algunas grabaciones antiguas, he encontrado una foto de la pareja en el salón del palacio en una página checa que por supuesto no entiendo, pero no he encontrado nada, absolutamente nada, sobre la vida de Joseph Halsbach. Esto demuestra que no todo está en la red. Y quizá por eso lo escribo ahora: para que no se me (nos) olvide.

Enrique Álvarez-Santullano Fontaneda. Oviedo

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