Anatema musical

17 de Marzo del 2017 - José Luis Peira (Oviedo)

Recientemente ha retoñado debate a flor de piel, como una erupción cutánea y algo urticante. Situarse depende en qué lado puede ser anatema. Parece que una señora experta en alguna cuestión musical ha certificado que algunas letras de Sabina, Joaquín, son machistas. Llego tarde al debatillo, que me parece de relativo interés y no me entretengo en analizar a los púgiles, prefiero observar el ambiente. Naturalmente, la porfía ha establecido dos bandos bien diferenciados que, de un lado y otro, han arrojado sus argumentos con diversa calidad e intención, como era de suponer. Supongo.

Cada época tiene sus cosas, y en ésta da la impresión de que algunos y algunas se van a tomar la molestia de radiografiarlo todo, por ver si encuentran trazas contaminantes de lo suyo y se puede reescribir la Historia. Una suerte de ciencia ficción en la que viajar al pasado para transformar el presente y que ganen los buenos.

Antes de nada, volviendo al particular que me trae, quiero asegurar que si miramos con lupa y al trasluz toda la discografía de los "Rolling", de Machín y de la "Blues Western Band Trumpet" de Motilla del Palancar encontraremos bacterias machistas, pero también racistas y, acercando el microscopio, es posible que antimadridistas o pro nazis, quién sabe. De alguna manera, como en las novelas de fantasmas, uno ve lo que quiere ver. Yo, particularmente, estoy convencido de que la industria musical tiene aspectos bastante más siniestros y preocupantes que la interpretación de sus letras, a las que podemos poner entre todos un color único e inconfundiblemente fetén.

Se puede estudiar la Historia como una sucesión de agravios, inventariarlos, una liturgia que reclama una satisfacción inmediata y a la carta. Ya lo vienen haciendo los nacionalistas recalcitrantes desde hace siglos, dos exactamente, que es el tiempo que tienen las naciones como hoy se perciben. El aparente tártago de algunos corifeos de la idea podría no ser más que un postureo moderno, algo chupi, del lado que mola, la parte limpia que da esplendor y señala al disidente pecador, sin mayor mal que el de una molestia zumbona estilo la mosca de la siesta. Pero, en mi opinión, colocarse de ese lado, siquiera aplaudirlo, podría favorecer la cotización al alza de algo más trascendente, y peor, pues es sabido que la implacable porfía de lo políticamente molón puede arrastrarnos a todos a la peor de las censuras, la de la autocensura, esa mordaza que penaliza la posibilidad de discrepar, como una criptonita latente. Me explico.

¿Deberemos prohibir a Sabina, a "Police"...?, ¿o se debe advertir en el envase que esos productos contienen elementos machistas? ¿Cómo se supone que hemos de proceder? Se me ocurre que una vez superada la batalla de la música, y hay que incluir inmediatamente a todos los tangos con etiqueta que los distinga como particularmente peligrosos, no hay motivos para no acometer empresas de otro color: películas, series, dibujos animados, obras de arte en general..., maneras de contar la Batalla de Lepanto, machirula hasta decir basta, hay que volver a calcular los largos de las faldas y así hasta el infinito. Se puede implantar una etiqueta, estilo los rombos de antaño, no sé, son ideas.

Y finalmente llegaremos adonde ya están otros, léase estilos de pensamiento único y modorro en los que se derriban estatuas y columnas porque ofenden. ¿Qué es sino la censura en cualquier dictadura? Yo lo voy a sintetizar, la laminación de cualquier atisbo de razonamiento discrepante y cualquier indicio que pueda pasarlo de refilón.

Me niego a participar de cualquier pudibundez moral, a cubrir de infamia lo normal porque a algunos se les ocurra que la normalidad viene con defecto de serie. Un peregrino injerto ideológico que se ha implantado y nos invita a sospechar que cualquier cosa anterior está contaminada, desprovista de la mirada moderna y esterilizada. Advierto que por esa trocha ya cabalgaron los Jemeres Rojos (ver Wikipedia), los talibanes y otros muchos iluminados. Cierto, el mundo es absurdamente injusto y podemos colaborar para una superación de ciertas taras. Yo, sin dudas, tendré matices manifiestamente mejorables en cuanto al machismo, algunos trato de corregirlos y de otros no tengo consciencia, y sería bueno enderezar eso, pero no al precio de convertirme en un imbécil acrítico que compre cualquier subproducto en oferta. Y seguramente las letras de todas las canciones albergan mensajes no muy edificantes según las gafas que nos pongamos, y las películas de vaqueros y los programas de radio nocturnos, y los huertos urbanos. Pero vayamos con cuidado. Alentar ciertas cosas puede abrir de par en par la Caja de Pandora.

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