Ávila

1 de Marzo del 2017 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

Ávila es una de las provincias más pequeñas de España en territorio y habitantes, su capital bellamente amurallada cuenta con 58.000 habitantes ( el total de la provincia no llega a los 165.000) compite en pequeñez con Teruel, Soria, Zamora...no obstante, siempre me llamó la atención la cantidad de políticos abulenses que han ocupado la primera línea en el panorama nacional. Desde Claudio Sánchez Albornoz (presidente de la República Española en el exilio), Adolfo Suárez (primer presidente de la España post-franquista) Agustín Rodríguez Sahagún (varias veces ministro con Adolfo Suárez) Ángel Acebes (ministro del Interior con José Mª Aznar) Francisco Laína (Secretario de Estado de Seguridad) y una importante lista de directores generales y altos cargos (no incluimos a diputados y senadores entre los cuales se puede contar a José Mª Aznar que a pesar de no ser abulense, obtuvo su acta de diputado por ésta provincia en 1982)

No hay provincia española que haya tenido más presidentes de gobierno, ministros, altos cargos, como Ávila. Eso sí, todos de derechas y conservadores.

Pasé 12 años de mi vida dentro de éstas murallas y allí empecé mi carrera profesional y mi militancia política. No fue fácil, por el carácter profundamente conservador de sus gentes. Siempre me pareció que sus murallas medievales no sólo "cerraban" la ciudad sino que éstas cumplían la función de no permitir la entrada de aire nuevo.

De entre las desagradables experiencias que viví en Ávila, recuerdo con especial tristeza una que refleja bastante bien lo que fue la transición de la dictadura a la democracia, particularmente en provincias y en ciudades donde el miedo seguía paralizando las acciones de sus ciudadanos.

Corría el año 1979, cuando llegué a Ávila a tomar posesión de mi plaza como psicólogo de Sanidad, me acompañaba también el diploma de sexólogo, con lo cual pretendía contribuir a la educación sexual de los adolescentes abulenses. Contacté con institutos, colegios y asociaciones de padres para iniciar mi labor. Todo iba bien hasta que la Asociación de Padres del Colegio Arturo Duperier, que estaba de acuerdo con mi propuesta, me pidió que hablara también con el director del colegio, para lo cual solicité una entrevista.

El día de autos, me presenté en el despacho del Director. No me invitó a sentarme y me mantuve de pie en el umbral de la puerta. Me presenté (con cierta incomodidad) y me cortó en seco con la siguiente frase: Usted aquí no va ha venir a hablar de guarradas. Le contesté que yo no hablaba de guarradas, que yo era doctor en Psicología, diplomado en Sexología y que si tenía tiempo podía examinar el contenido y el material que serviría de soporte a mis exposiciones (todo esto de pie, insisto, y desde el umbral del despacho).

Noté que se iba acalorando, elevando el tono de la voz y repitiendo lo de las guarradas. Ante mi insistencia, se puso de pie, abrió un cajón de su mesa, sacó un revolver, lo plantó con mucho ruido sobre la mesa y me espetó: !! Cómo quiere que se lo repita ¡!, retrocedí los dos pasos que me separaban de la puerta y escapé como alma en pena.

Años más tarde, viviendo en Salamanca, supe que este personaje, militante del PP, había sido elegido alcalde de Ávila y posteriormente senador en tres legislaturas, senador y la guinda, nada más ni nada menos, Director General de la Policía con el gobierno de Aznar, nombrado por su buen amigo y ministro de Interior Ángel Acebes, juntos elaboraron todo aquella macabra y patética teoría sobre la autoría de ETA en el mayor atentado yihadista sufrido por España en el 2004, 193 muertos, con el único objetivo de ganar las elecciones.

Posteriormente de dejar el cargo de máximo responsable de la seguridad del país (noticia que la recibí con especial satisfacción porque me inquietaba que un personaje de éste pelaje pudiera tener nuestra seguridad en sus manos) fue elegido eurodiputado en tres legislaturas seguidas.

Hoy que crecen como setas en Europa los partidos de extrema derecha, nos preguntamos por qué en España no hay un partido de estas características, quizás, entre otras razones, porque personajes como Agustín Díaz de Mera, fascistas conversos, viven muy cómodamente instalados en el propio partido popular.

Cuarenta años después de recuperada la democracia, el Tribunal Supremo se va ha pronunciar en estos días, sobre el destino que se deberá dar a los huesos del dictador que descansan en el Valle de los Caídos con todos los honores de la Iglesia y del Estado, para insulto de los que cayeron por defender la democracia y las libertades. No existe en el mundo nada parecido a ésta vergüenza porque los Agustines Díaz de Mera son demasiados y están bien colocados en todas las esferas del poder.

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