Ser agradecido a los que me alargaron la vida
El 4 de diciembre, a las ocho de la mañana, estaba en la cama, me dio un gran dolor en el pecho y tan fuerte era el dolor que me veía morir. Le dije a mi mujer que me diese una pastilla de cafinitrina que tenía como precaución en la mesita y la puse debajo de la lengua, pero el dolor aún seguía cada vez más fuerte; mi corazón seguía trabajando y parte de mis venas estaban obstruidas.
Mi mujer llamó a mis hijos, que viven muy cerca, y llegaron muy pronto y llamaron al 112. En muy poco tiempo subieron hasta mi pueblo desde Sama, que son unos cinco kilómetros. El médico Luis Abella, con el enfermero Iván Fernández y dos técnicos de emergencia sanitaria, Sergio Rodríguez y Daniel Bastoceta.
El médico, muy activo, no sé qué me hizo, que el dolor aflojó algo, y yo perdía el conocimiento. Me metieron en la ambulancia y oí a Iván decirme que no me preocupara, que hasta llegar al Hospital estaba ahí a mi lado; se creía que no llegaría al HUCA de Oviedo con vida.
El médico habló con el personal del HUCA y nada más llegar ya me metieron en el quirófano, donde me parece que eran dos mujeres y dos hombres, y me tuvieron más de dos horas. En ese tiempo salieron algunas veces a informar a mi familia y que estuviesen allí, porque se temía por mi vida, ya que de cien se podía salvar uno.
Cuando estaban terminando el trabajo de ponerme en las venas obstruidas cinco stents, yo fui despertando y les dije algunas veces que me dejasen morir, y me dijeron muy amablemente que ya estaban terminando. Me tuvieron unos días hospitalizado.
El día 9 llegó el cardiólogo José Manuel García Ruiz, acompañado de otros dos, y me dijo que iba para mi casa, pues allí podría coger alguna otra cosa que no me era favorable, pero que si sentía fatiga o alguna otra cosa anormal fuese para allí otra vez y que tenía que empezar a andar sesenta metros, luego cien... y así hasta completar una hora al día.
En esta fecha, ya hace casi cien días del alta, le digo a José Manuel y a los que me pusieron los cinco stents que ya camino más de lo recomendado y que con mis 81 años, después de lo sucedido, me encuentro muy bien y, por tanto, los recordaré todos los días que me queden de vida.
Gracias por el tiempo que me dedicasteis, tanto los del 112 como todos los que tan bien me cuidasteis en este Hospital Central. A mi edad, pienso que en los medios de comunicación se habla muy poco de los trabajos que hacen estos profesionales, que nos ponen estos repuestos tan complicados y que nos dan la oportunidad de seguir viviendo.
Desde este periódico, que es mío hace años y que nos deja expresarnos libremente, quiero agradecer a todos, que fueron muchos, los que me visitaron y se interesaron por mi salud.
Gracias a todos.
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