Flujo vital

2 de Marzo del 2017 - Fernando Martínez Álvarez (Grado)

Se dice que el flujo vital o fuerza vital es una clase de energía cuya intervención se supone que favorece la existencia y el funcionamiento adecuado de los distintos procesos que constituyen la vida. Escribí se supone pues su existencia aún no se ha podido comprobar.

A ese flujo, esa fuerza, la filosofía y medicina chinas la llamaron Qi (Chi); en las culturas japonesa, vietnamita, coreana y tailandesa también se considera su existencia. El hinduismo llama Atman al alma, que se alimenta de Prana, la respiración, que nos proporciona la fuerza vital. Los egipcios la conocían como Ka; los griegos, Pneuma. En algunas culturas se relaciona esa energía con la respiración, en otras es el fluir de la fuerza cósmica, del macrocosmos, que actúa sobre nuestro cuerpo que es un microcosmos.

En el siglo XVIII se desarrolló una corriente filosófica denominada Vitalismo, que defendía esos mismos principios, negando el mecanicismo cartesiano que pretendía dar cumplida explicación a la singularidad de todo lo orgánico.

Friedrich Wöhler, en el XIX, acabó con la corriente Vitalista al conseguir, por primera vez en la historia de la química, la síntesis de la urea: la producción en el laboratorio de esta sustancia, exactamente igual a la orgánica y sin mediar ninguna fuerza o flujo vital.

La ciencia consigue logros imparables en la explicación de la vida. Algo tan enigmáticamente mágico como es el latido del corazón ha sido desentrañado científicamente desde principios del siglo pasado. Un hecho tan sorprendente como que seamos aptos para producir corriente eléctrica (¡!) dentro de nosotros mismos, el impulso eléctrico necesario para causar la contracción ventricular, ha sido perfectamente descrito; en sus causas químicas y neurológicas.

Hoy, la física, la química, la medicina, son capaces de exponer cabalmente muchos de los asuntos más chocantes del milagro de la vida. Pero a esa energía, a esa fuerza vital que desde antiguo se cree que viene del exterior, también de la relación con los otros, y por estar, en fin, expuestos al mundo, a los hechos y situaciones diversas de cada día, la medicina no le reconoce la existencia. Ese flujo vital no es admitido como posible por la ciencia médica que, desde su lógico y racional empirismo, opina que al no poder ser medida, esa fuerza simplemente no existe, sólo es sugestión. La ciencia médica admite sin embargo la existencia de ciertos canales energéticos o vías que discurren por el cuerpo, igual que los sistemas vascular, nervioso o linfático, y que son denominados meridianos energéticos. Ya definidos y cartografiados desde antiguo por la medicina tradicional china.

A mi pobre conocimiento de lego se le presenta entonces una cuestión: ¿para qué una especie (si se permite el símil) de tendido eléctrico corporal sin existir fluido energético alguno que lo vaya a recorrer?

A nuestra medicina aún le quedan muchas preguntas por responder y ésta puede que sea una de ellas.

Resulta sorprendente la cantidad de puertas que el progreso de la ciencia consigue abrir. Pero también, a la vez, la cantidad de nuevas puertas que seguimos encontrando, esperando ser abiertas.

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