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Los aguardos nocturnos de jabalíes, un buen antídoto

10 de Marzo del 2017 - Eduardo Bros Martinez (Oviedo)

Sin duda este método es el más persuasivo, seguro y rentable de tratar que entienden las gestoras sociales de caza, opinión muy generalizada, para evitar que el suido siga el ritmo de su actual crecimiento demográfico en aquellas áreas específicas clasificadas desde la Administración como Zonas de Seguridad, debido a las características y peculiaridades de su composición en forma de habitabilidad ciudadana, compartimentos industriales, espacios naturales protegidos etc. razones por lo cual la caza, en cualquiera de sus modalidades, no está autorizada.

Será cuestión de hacer excepciones consensuadas que converjan en medidas paliativas garantes fundamentalmente de seguridad y por ende en eficacia. Por eso, el aguardo, como modalidad de Caza Mayor, por la limpieza y seguridad en su ejecución, debiera ser un elemento complementario fundamental, actuando como eje vertebrador en el tratamiento involutívo de la demografía de una especie tan sumamente prolífica como es el jabalí, colonizador de numerosos asentamientos, no solo en las mencionadas zonas de seguridad constituidas en el entorno de las grandes urbes del centro de Asturias, sino que también en aquellos espacios naturales de protección especial, como son las desembocaduras de los grandes ríos asturianos en el Mar Cantábrico, que sufren del mismo problema.

El aguardo, en sí mismo, los cazadores lo sabemos, es una singularidad dentro del mundo venatorio que se realiza en horas nocturnas, aunque no siempre se pueda dar esta circunstancia. Es un ejercicio que se practica en el formato de un solo cazador interviniente, supervisado por un guarda acompañante, supuestos conocedores ambos de la rutina del animal en su propio medio. A diferencia de las batidas en que pueden intervenir hasta veinticinco cazadores, secundados por perros y monteros, el aguardo no es llamativo ni mete ruido; carente de esfuerzo físico, no requiere para el cazador de excesiva movilidad, más bien de quietud constante en el lugar que se supone como más oportuno; escaso de repercusión sonora en el momento crucial del lance, es garantía de fiabilidad en la fijación del objetivo. Es selector. El aguardo se puede realizar dándole continuación en cualquier estación del año. Las consecuencias que se deriven, caso de que se permitan, los resultados han de ser siempre satisfactorios en el tratamiento de la presión del jabalí para mejor y adecuada sostenibilidad del mismo.

Autorizar se celebren aguardos por los cazadores, es cuestión de voluntad de los gestores responsables del ordenamiento cinegético asturiano. No harían bien nuestros gobernantes si dejasen excluida la experiencia de los mecanismos de gestión y aprovechamiento, como ayuda, que la caza les puede proporcionar para este caso concreto. El gran problema se encuentra localizado en las Zonas de Seguridad. Es ahí, en estos terrenos de régimen cinegético especial, en donde está, principalmente, el meollo de la cuestión. Las medidas que se anuncian serán aplicadas desde distintas instituciones públicas para contrarrestar el creciente nivel poblacional jabalinero en territorio tan específicamente señalado, no parecen sean del rigor objetivo necesario que se precisa; existen antecedentes que lo indican. Carecen de resultados esitmativos y del fervor crediticio de los cazadores. Y, esto, no es baladí.

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