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Fernández Villa: llamadme gorrión, pero echadme trigo

5 de Marzo del 2017 - José Luis Álvarez Lauret (Gijón)

Por fin la bola cayó en el gua. Me refiero al tan aireado y postergado caso del señor Fernández Villa, ex líder del sindicato minero de la UGT en Asturias. Este señor llevaba un tiempo eludiendo el requerimiento de la justicia (según parece, por motivos de salud) y ahora por fin ésta ya no quiso esperar más y le hizo comparecer para tomarle declaración de supuestas irregularidades durante los muchos años en que este señor fue no sólo un líder sindicalista, sino, según parecía, casi un dios todopoderoso en la ejecutiva del PSOE, al menos en Asturias.

Da no sé qué ver a aquel hombre en apariencia prepotente y autoritario en otro tiempo y que cada año arrastraba a multitudes a su particular sermón de la montaña en Rodiezmo, rodeado de quienes a nivel regional y nacional estaban encaramados en la cúspide de la política, todos ellos sacando pecho, por lo bien que, según sus discursos, estaban haciendo las cosas y buscando siempre culpables en la oposición política, sin reconocer jamás sus propios errores, y ahora aquel dios de barro, convertido en casi fango, cual muñeco de trapo caído en un fangal.

En mi opinión, si este señor llegó tan alto en la política y a disponer de tanto poder para, según parece, manipular a su antojo decisiones e intereses de gran calado en la minería estatal, no creo que haya sido por su personal valía, sino, perdónenme si me equivoco, porque otros con mucho más poder lo estaban utilizando como tonto útil, con perdón, que a modo de marioneta daba la cara por quienes desde la trastienda movían los hilos para dar movimiento al títere que sirviera para enmascarar sus intereses vergonzantes.

Para entender todo esto, tendríamos que rebobinar nuestro carrete memorístico y situarnos en los años ochenta del pasado siglo, cuando nos incorporamos como nación al entonces Mercado Común (hoy Unión Europea) y desde ese organismo plurinacional se nos impusieron ciertas condiciones a cumplir, a cambio de poder recibir una serie de ayudas vía Fondos Europeos de todo tipo que nos permitieron ir poniendo a nuestro país en la senda de los países desarrollados sacándonos del tercermundismo en que la Guerra Civil primero y la dictadura después nos habían metido.

Los fondos venían, pero no era un regalo divino como el maná. Eran, según mi opinión, a cuenta de hacer ciertas reformas en nuestro sistema industrial y productivo totalmente obsoleto. Y ahí es donde, a mi entender, entraban en juego voceros, con perdón, como el señor Villa. Había que acabar con una minería subvencionada estatalmente, y eso era muy negativo para los intereses del poder político de cara a los votos de unos ciudadanos en democracia, y si en vez de cortar por lo sano sin más, haciendo aquello con que se habían comprometido en Europa, resulta que se fabricaban un títere que diera la cara por ellos, y, tras el gran sermón de la montaña anual, conseguían que semanas más tarde se cerraran equis pozos mineros, pero, eso sí, con el señuelo o engañifa de las prejubilaciones.

Así como en la estafa piramidal, el truco funcionó cierto tiempo, pero como precisamente es el tiempo el que acaba poniendo las cosas en su sitio, pues aquí estamos, con las minas cerradas, las cuencas mineras sin futuro y hechas unos zorros, pero, eso sí, quienes fueron inventores del desaguisado, campando a sus anchas tras haberse salido con las suyas, y personajes como el aludido, quizás atolondrado hoy y roído por su mala conciencia, pero, según se dice, con el riñón bien forrado de billetes bancarios de altas cifras. Conclusión, que, según mi opinión, más de un pajarraco de cuantos participaron en aquel juego estará diciendo: ¡Llámame gorrión, pero échame trigo!

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