El libro
Para mí ha sido todo un hallazgo. Podemos. ¿Comunismo, populismo o socialfascismo? (2016) es el libro necesario para entender lo que hemos conocido durante estos últimos meses en España.
Sin despreciar el trabajo de los otros articulistas que colaboran en la obra, voy a intentar extractar algo del capítulo que escribe Ismael Carvallo Robledo (Múnich, 1974) que me parece muy revelador. Sobre las democracias modernas, como la que conocemos en España, dicho autor explica que estarían centradas en una especie de «plataforma económicopolítica neoliberal y socialdemócrata» (Carvallo Robledo 2016,161) expresada por un «núcleo de control social establecido en función de tres planos: el (...) del control ideológico (...) el (...) del control económico (y) el plano del control político» (ídem: 161-162). En el primero, y con la ayuda de las cadenas de televisión, «(...) se ha re-formateado a los ciudadanos históricos y patriotas para hacer de ellos individuos flotantes, preocupados (...) por la felicidad, el deporte (...) para transformarlos en una extraña mezcla de analfabeto político (...) con consumidor satisfecho infantilizado, que sólo pide derechos» (ídem: 161).
Desde mi punto de vista, la opción ideológica analizada, dirigida por individuos en algunos casos con aspecto flojo y pelafustán, da la impresión de que es así como nos quiere atraer, que solo debemos reclamar derechos, sin pensar en nuestras obligaciones: dos ejemplos serían cumplir y hacer cumplir la Constitución de 1978 o no abuchear la interpretación del Himno Nacional en un campo de fútbol.
En octubre de 1930, José Ortega y Gasset (1883-1955) dictó la conferencia Misión de la Universidad en el Paraninfo de la de Madrid, texto que aparecería luego publicado en el diario El Sol de la época. Don José ya hablaba en ese momento del «mal radical de las cosas españolas» (Ortega y Gasset 2015: 133), y en su reflexión citaba una palabra que lo definía todo: chabacanería.
Viendo los modos y las maneras que tienen algunas y algunos de los que hoy quieren dedicarse a hacer política en España, creo que aquel maestro sigue teniendo razón. Aunque también puede ocurrir que, en ciertos casos, haya quien aún nada sepa de Ortega. Cosas que pasan.
Gabriel Alberto Elías, Langreo
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