La lista de espera desespera en el valle del Nalón
Yo pensaba que no, que a mí eso no me iba a tocar, que era como esas enfermedades que ves desde fuera. El caso es que mi penar empieza allá por noviembre de 2015 cuando decidí que tenía que poner remedio quirúrgico a un problema traumatológico de poca importancia de mi brazo izquierdo, que ya me venía dando guerra tiempo atrás.
Coincidimos mi traumatólogo y yo en realizar todos los procedimientos para dicha intervención, es decir, lo que se conoce como preoperatorio, el cual finaliza con la breve visita al anestesista un tal 9 de marzo de 2016 y a navegar en la lista de espera, dice el galeno que me atendió.
Dicho esto, y como es un tema menor, el tiempo pasa y pasa, pero, bueno, pacientes hay con más necesidades que yo en esta guerra de la salud y todos entendemos dónde vivimos y que tenemos que quejarnos cuando sea menester. El problema de todo esto radica en que pasado ya mucho tiempo y sin noticias del Hospital y mirando mi analítica de mi preoperatorio, llega del cielo una carta muy amenazante donde indica, ante "la imposibilidad de contactar con usted en el teléfono que tenemos, y figurando en nuestra lista de espera", debe pasar a repetir el preoperatorio, así como a facilitar un número de teléfono de segundo contacto; en caso contrario, será borrado de la lista de espera. Firmado, el servicio de traumatología.
¡Vaya miedo!, no se les cae la cara de vergüenza, en un año no contactan conmigo en dos teléfonos que hay en sus bases de datos, donde sólo encuentran uno, donde las cartas también llegan a los buzones (como ésta que recibo).
El caso es que como dócil paciente, colaboro de nuevo, vuelvo a repetir el preoperatorio, pero me es imposible dejar otro teléfono de contacto (que, por cierto, ya tenían en sus bases de datos, cosas del siglo XXI, lamentable), ya que por tres veces me presento en el despacho de traumatología y, aun habiendo gente dentro, no tienen ni la educación de salir a atender al paciente.
¿Todo sirve, no? No hay piedad; el culpable, el paciente, lo importante es la lista de espera, que a ellos no les desespera. Pero la gente se harta de esto, la gente ya es muy mayor y muy sabia, su paciencia se agota, pocos denuncian respecto a los atropellos sufridos. Lo peor es que esto se repite ya bastante a menudo, pero, nada, nunca pasa nada, todos estamos contentos.
Ojo al paciente de la lista de espera, dejará de ser paciente y no habrá atención o defensor del mismo al que quiera acudir. Todo terminará por empezar a producirse cortocircuitos en las mentes calientes de estos pacientes y pagarán justos por pecadores. Pensemos que el crédito de paciencia al paciente se le acabó hace tiempo; ustedes se lo han robado a diario.
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