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Retocando el misal: multis vs omnibus

8 de Marzo del 2017 - Julio L. Bueno de las Heras (Oviedo)

La Iglesia católica acaba de editar y poner en uso una nueva versión del misal, esa antología vertebradora y finalista de la Biblia que constituye el guion oficial del rito nuclear del catolicismo. El vicario don Jorge Fernández Sangrador, colaborador habitual de este periódico, analizaba el pasado sábado lo más relevante de este trámite, su justificación y su significado, y lo hacía con la precisión, elocuencia y dotes pedagógicas que caracterizan todos sus escritos, resultantes de una robusta, coherente y fértil amalgama de convicciones religiosas, fundamentación técnica, rigor intelectual, competencias delegadas y capacidad para la empatía comunicativa con lectores de sensibilidades diversas. Agradezco a él y a mi párroco una aproximación disciplinada, reflexiva y respetuosa a un hito que, por otra parte, no creo que suscite mucho ruido y que, según distintas percepciones, en los tiempos que corren y sin entrar en honduras, bien podría inscribirse en cualquier lugar de una escala analítica que discurra formalmente de lo trascendente a lo banal, pasando por lo anecdótico.

No me atrevería a meterme sin invitación en este jardín, ni con las herramientas del rigor científico formalmente se trata de una cuestión de purismo semiológico que me viene grande y distante, ni con los ineficaces recursos que, para un debate racional, pueda prestar una fe intangible y, como se acentúa con algún cambio propuesto en la actual redacción, siempre graciable. Y, menos aun, lo de pisar el parterre, haciéndolo con el desprecio o la hostilidad que, en la fiera incendiaria que habita entre nosotros, suscitan los temas religiosos, particularmente los cristianos y, más aun, los católicos. Lo hago con pleno derecho como miembro del club, y lo hago con voluntario (y cauto, aunque entrometido) escepticismo testimonial. O viceversa.

En mi viejo misal (búsquenlo en el suyo, queridos lectores, que sé que lo conservan cagüelita para los encuentros en Josafat), acabo de comprobar que vuelve a ser el mismo de entonces el texto ahora recuperado como remate purista de una fórmula transustanciadora por vosotros y por muchos, que es, a la par, declaración de los principios y compromisos fundamentales vinculados al corazón mismo de la eucaristía. La oferta no carece ni de solera ni tampoco de ambigüedad. Para mí lo siento, santos, venerables y rigurosos padres traductores, la acotación, probablemente más correcta por limitaciones semánticas de la letra que por su sentir original, resulta inquietante, por restrictiva y por veladamente amenazadora. Por el contrario, la ahora periclitada versión, imbuida de desinfladas euforias vaticanosegundas por vosotros y por todos, más voluntarista, estimulante y optimista que escrupulosa con la versión literal (según lúcido criterio de un Papa sabio), parecía ser más fiel al propio espíritu evangélico y a su manifiesta vocación universalista. En principio, todos, todas y todes, hombres, mujeres e indecisos, estábamos o parecíamos estar en la lista de Schindler.

Habida cuenta de las más que razonables incertidumbres que pueden existir en materia de transmisión de historias sagradas, donde los sedicentes abogados y los presuntuosos intermediarios que el buen Dios ha tenido a lo largo de los tiempos siempre se han cuidado de tratar de (y no siempre de conseguir) que el jefe quede en buen lugar, soslayando avatares, atemperando acontecidos y textos, edulcorando otros e interpretando interesada o sinceramente, artificiosa, errada o afortunadamente no pocos de entre ellos (desde el Génesis a los Hechos), no acabo de ver la razón última para retocar ahora cuestión tan asumida y entrañable, realimentando cicateramente una duda existencial de todo creyente: ¿esto va de predestinados o de meritorios?, ¿son muchos los llamados y pocos los elegidos o todos somos llamados y luego es Pedro (Botero) y sus artes, pompas, circunstancias, competencias y atribuciones quienes puedan venir con la rebaja? Es decir, aun siendo un consabido que es opción personal la aceptación o el rechazo de la oferta (que es lo que preocupa a los puristas), ¿se trata de una oferta general o también se trata de una oferta restringida ab initio? Porque aquí sí que habría un problema de fondo para doctores en Ciencias tan inexactas e inexperimentales como las teológicas y las morales.

Si no es cismático o herético o heterodoxo, preferiría yo una versión urbi et orbi a una versión urbi et suburbio (y, a lo mejor, o a lo peor, algún otro Papa que no tenga rebozo en oficiar con uno u otro misal en el santuario del Che y tiene alguna nueva inspiración u ocurrencia al respecto).

En todo caso, que Dios nos coja confesados. Y ya que no entre todos, que sea entre todos los muchos que reciban una oferta que no se pueda rechazar.

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