A Juan Manuel González Fernández, "Juanín el de Teverga"
Hace poco más de un año perdían la vida en un fatídico accidente a la altura de Santiago de Trubia Marcos Díaz Fernández y Juan Manuel González Fernández, los dos vecinos de Teverga.
Juan Manuel González Fernández, “Juanín el de Teverga”, así era como te conocíamos tus compañeros de las minas de oro de Belmonte, nos dejas un recuerdo imborrable, sobre todo a los que trabajamos contigo en el mismo relevo. Fue una noticia muy triste para todos los que te queríamos. Se trataba de un gran trabajador y mejor persona. Eras uno de los puntales del relevo A de la mina el Valle, en Boinás, donde realizó labores de perforación con jumbo. Eras el espejo del equipo en el que tenían que mirarse los mineros más jóvenes para ir prosperando. Buen barrenista, rápido en la perforación en avance, disciplinado, trabajabas de forma regular y dominabas el jumbo axera jumbo de dos brazos con maestría, preferías trabajar solo en lo que es la perforación de barrenos de producción, con los peligros que ello conlleva. Tus comienzos en la mina fueron dubitativos puesto que empezaste con el SD1 (jumbo de un solo brazo) y no estabas habituado a trabajar con jumbos atlas, por lo que la calidad de tu perforación no era exquisita, y no guardaba la geometría que se deseaba, pero esto ocurría cada vez en menos ocasiones y a veces no era por tu culpa. Por este motivo estuviste en la cuerda floja, con más de un pie fuera de la mina, pero el capataz del relevo apostó por ti y no se equivocó. Poco a poco fuiste en continuo crecimiento y mejorando en la perforación. Cuando realizabas labores de sostenimiento con jumbo y pernos también te costó, pero en poco tiempo metías los bulones, yo diría que hasta con los ojos cerrados, más tarde el 90 por ciento del sostenimiento se realizó con la boltec (bulo nadara), máquina que “Juanín el de Teverga” también dominaba. Tenías experiencia contrastada en minería de interior de carbón donde en una ocasión me contaste que te vino encima tierra vegetal con raíces de algún árbol. Tenías mucha experiencia en túneles y obra civil. Habías desempeñado funciones como capataz en otras empresas. Eras capaz de sanear, sostener, marcar, perforar, cargar y disparar en un frente y en un mismo relevo de siete horas cuando no se producían averías mecánicas ni eléctricas. Las dos últimas labores con la ayuda de los compañeros como es lógico. Para mí, que fui uno de tus mandos superiores en Boinás, de todos los mineros del relevo, eras el que más elegancia y oficio tenías cargando voladuras con explosivo encartuchado y leías muy bien el tajo en el que ibas a trabajar durante la jornada. Eras valiente y no le tenías miedo a la mina. En todo el tiempo que estuvimos juntos, más de dos años, nunca tuviste un accidente y que yo supiera nunca te mancaste. Eras de los primeros que llegabas a trabajar y estabas en la sala de cambio de relevo con toda la equipación necesaria para entrar a mina. Nunca pusiste ningún problema por salir tarde en las ocasiones en las que hubo demoras en la perforación y hubo que cargar la voladura y dispararla. Eras un minero de la vieja guardia y de los que decía: “Hay que trabajar duro para llegar cansado a casa y así dormir mejor”. Eras de Teverga... y siempre serás de Teverga porque tu alma vuela por los cielos teverganos.
Adiós, minero del alma, dejas una huella fosilizada en muchos corazones y en el mío también. Descansa en paz, hombre, compañero y amigo.
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