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De nuevo la desamortización de Mendizábal

10 de Marzo del 2017 - Guillermo Fernández Lorenzo (Moreda de Aller)

Aquellos bienes que, no solamente la Iglesia como institución, sino cualquier otra sociedad, adquiría y luego, bien porque sus estatutos se lo prohibiesen, o bien por circunstancias diversas, no podía vender o enajenar cuando ya no le fuesen de utilidad, eran bienes amortizados. Es decir, “muertos” para el mundillo de la compra-venta. De ahí que haya habido diversas personalidades en los distintos gobiernos, que se dedicaron a decretar medidas de desamortización, que consistían en la incautación y posterior venta de los bienes que estaban en “manos muertas” o instituciones que tenían propiedades no usadas, pero invendibles.

También había muchos municipios en España que poseían tierras comunales o terrenos baldíos, que servían para usanza de aquellos campesinos necesitados. Eran, así mismo, considerados como terrenos muertos.

La desamortización era, ni más ni menos, una apropiación, por parte del Estado y por decisión solamente suya, de bienes particulares, para luego venderlos y, con el importe de esa venta, amortizar sus deudas ..

No fue solamente el ministro Mendizábal; hubo varios “ilustrados” desamortizadores o que anotaron la desamortización como conveniente: José Bonaparte, Pablo de Olavide, Gaspar Melchor de Jovellanos, Carlos III, Godoy, Espartero, Madoz, etcétera.

No consiguieron nada más que empobrecer más al pobre y enriquecer más al rico, pues los conventos, fincas, latifundios ... que habían incautado, sólo pudieron ser adquiridos, en las subastas que el Estado celebraba posteriormente para venderlos, por los poderosos económicamente. El incautado se quedaba sencilla y simplemente sin sus posesiones.

Hasta estas barbaridades se llegó a finales del siglo XIX, con el objeto de poner solución al problema de la deuda pública, surgida de la incapacidad del Estado para hacer frente a unos gastos desorbitados y en crecimiento constante.

Es decir, exactamente igual que, ahora en pleno Siglo XXI. De nuevo la desamortización. Aunque hay una pequeña diferencia: a este robo o expolio, en el Siglo XIX le llamaban “desamortización”, y hoy le llaman “impuesto de sucesiones”, pero sigue siendo eso: un expolio despótico y tiránico.

Guillermo Fernández Lorenzo, Moreda de Aller

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