A la atención del señor Rubi
Cuando me enteré de que una de las medidas tomadas por el entrenador del Sporting de Gijón, el señor Rubi, era no dejar entrar al vestuario al señor cura Fernando Fueyo me trajo grandes recuerdos de mi etapa como entrenador, hace unos 40 años, de chavales de edades entre los 10 y 18 años, ya que antes de los partidos teníamos la buena costumbre de rezar el padrenuestro.
En un principio causó un poco de sorpresa, pues no era lo normal, no obligaba a nadie a rezarlo, pero al final todos se unían al rezo. No lo hacíamos para ganar el partido, ni mucho menos, lo hacíamos para que no se lesionara nadie, ni nosotros ni los contrarios.
En una ocasión se nos olvidó rezarlo y, antes de dar comienzo el encuentro, ya en el terreno de juego, se acercó al banquillo el capitán y me dijo: “Campa, no hemos rezado el padrenuestro”, en ese momento se acercó todo el equipo y lo rezamos allí mismo, parecía que aquello nos confortaba. Puede que ninguno llegara a triunfar como futbolista pero todos esos chaval@s sí lo hicieron como personas y deportistas, y muchas veces me lo recuerdan para bien.
El señor Fueyo tiene razón cuando dice que nunca tuvo tanta propaganda esta bonita oración.
Señor Rubi, para ser un buen entrenador tiene que tener en cuenta que antes que usted pasaron por este histórico club grandes entrenadores y no se pueden quitar normas que son dogmas. Valga como ejemplo Aberlado, que demostró su buen hacer y el cariño al club perdonando parte de su salario, algo que no hace casi nadie.
Está claro que en el vestuario manda el entrenador, pero no en estas cosas que, para mí, tienen que ser consensuadas con los jugadores, que en realidad son los que, para lo bueno y lo malo, sacan las castañas del fuego. Pienso que si antes de los partidos dejasen al señor Fueyo con los jugadores rezando el padrenuestro, con esa paz que transmite, y diciéndoles que salgan al campo a jugar todo lo mejor que saben, otro gallo nos cantaría.
En mi pueblo, que dicho sea de paso, es uno de los más bonitos de España, Luarca, hacerse notar por cambiar los banquillos de sitio o no dejar entrar al vestuario al capellán lo llamamos “mariconadas”.
¡Aúpa Sporting!
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