¿Podemos?

12 de Marzo del 2017 - Inés Morán Álvarez (Oviedo)

Según pasan los años y se acerca uno a la vejez, o se está en ella, las referencias de la vida cambian. Se tiene más tiempo para pensar y más necesidad de hacerlo. La trascendencia de la vida que durante años pudo estar oculta cobra en la última etapa de la vida su protagonismo.

Hay una gran proporción de ancianos y, de entre ellos, una gran mayoría se abraza a sus raíces cristianas, que son ya su único soporte, su alimento interior, su esperanza. Cualquiera que tenga relación con la ancianidad, podrá comprobar cómo la vivencia religiosa es un alimento de primera necesidad.

¿Por qué este preliminar? Viene a cuento por el empeño del conocido Pablo Iglesias, que presiona a TV-2 para que deje de emitir misas católicas. Este empeño hace ver que está lejos de la realidad -quiero creer que sea así y que no haya otra intencionalidad-, que no conoce los sentimientos de los enfermos, de los impedidos físicamente, de los que están pendientes de un diagnóstico, de los que sufren, de los que padecen soledad y, especialmente, de los ancianos.

Este mundo desconocido de Pablo tiene necesidad de pan, de un pan interior que la sociedad no puede darle, y lo que de la sociedad recibe -¡tan poco!- no le sacia, sino al contrario, le deja con hambre, con sed.

La santa misa, que no tiene ningún valor para este hombre, es para los que viven en estado de sufrimiento, de aparcamiento, de abandono, de incapacidad física, de finalización de la vida, la única tabla de salvación. La esperan, la necesitan, la viven. Sería de una crueldad tan grande el privarles de ella que pienso que quien lo hiciera no tendría entrañas humanas. Si los demás lo consintiéramos sin oponernos o guardando silencio lo permitiéramos, habríamos perdido los sentimientos, erradicando la compasión de nuestros corazones.

Este mundo existente que Pablo bien se ve que desconoce y que es tan amplio tiene sus derechos como los tenemos los demás. ¡Cuántas concesiones al gusto de unos y de otros grupos estamos acostumbrados a ver y a acatar! Manifestaciones de todos los tipos, que gustan a unos y a otros molestan. Programas televisivos que a unos les subyugan y a otros les ofenden. Podríamos mencionar tantas cosas... Pues bien, este mundo al que me refiero tiene el derecho a ser servido por esta sociedad como la sociedad sirve a otros, y si hay a quien no le gusta o le molesta la retransmisión de la misa en la televisión que tenga la misma tolerancia que otros tienen aceptando lo que a ellos no les gusta o desagrada.

Las imposiciones a los demás por gusto o capricho personal distan mucho de crear un clima de convivencia y se alejan de la tolerancia de la que presume la democracia y que nos es exigida a todos.

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