Vjez

13 de Marzo del 2017 - Leonardo Martínez Expósito (Pamplona)

Es posible que se deba a que mi padre, mi suegra y mi tía, todos superando los noventa, se encuentren en una situación vital crítica. Todos, de forma simultánea y por causas muy diversas aunque convergentes, la vejez, han entrado en barrena. El caso es que últimamente pienso con más frecuencia de la habitual en el declive, en la decrepitud, en el fin del fin que cantaba Demis Roussos en nuestros años jóvenes.

Y me surgen varias reflexiones en paralelo, o transversales, como prefieran. Pienso, por ejemplo, en el abandono en que nos sumerge nuestra seguridad social cuando llega el momento en que se supone que nos tienen que devolver algo de lo que hemos estado cotizando toda la vida.

Pienso en el anciano que es recogido de la vía pública tras haber sufrido una caída brutal y, trasladado a urgencias del hospital público de referencia, le instan a que desaloje el servicio ya que no se le aprecia fractura alguna, por mucho que el dolor le impida mantener la verticalidad e incluso la consciencia.

Pienso en la pobre mujer con una pensión de viudedad de seiscientos y pocos euros que, dada de alta del mismo hospital público con una fractura de tibia y peroné, debe sufragarse una residencia privada donde intentar una rehabilitación cuyo coste triplica sus ingresos. Solicite usted, le dijeron, la ayuda a la dependencia y, si tiene suerte es posible que para dentro de un año le concedan una ayuda de doscientos o trescientos euros. También puede solicitar una plaza en una residencia pública, claro, aunque la lista de espera es de cuatro años y el precio es mucho más asequible, solo duplica sus ingresos. La mujer, muy motivada a sus noventa y seis años, recorre a diario varios kilómetros con su andador (que se ha comprado ella) e ilusionada va tachando los días del calendario.

Finalmente pienso en la injusticia y en la indignidad de la decrepitud, aunque de esto no culpo a la seguridad social. En este caso la mujer, también nonagenaria, independiente, sola, culta, ávida lectora y amante de la música, sufre un ictus que, de un día para otro cercena su actividad y su vida social y personal. Ingresa en una residencia, privada claro, donde poco a poco ve como los escasos rescoldos de vitalidad (el movimiento de una mano, el esbozo de una sonrisa, el intento de articular una palabra que nunca llega a salir) se van apagando lentamente sumiéndose en una lenta agonía. Para encima la mujer tiene muchos dolores ya que también es incapaz de tragar y la deshidratación duele. Hoy, en uno de los ya muy escasos momentos de lucidez ha intentado decir algo, una especie de gruñido susurrado que no he podido descifrar. Mi hermana pequeña, más acostumbrada o con mejor oído, me lo tradujo: dice que qué objeto tiene todo ésto. También dice mi hermana pequeña que a nuestras mascotas, para evitarles sufrimientos en situaciones irreversibles, les ponemos una inyección. Por humanidad. Y son animales.

Son muchas cosas las que me vienen a la mente. Quisiera revelarme contra todas ellas. Puede que sea por pena al ver sufrir a seres queridos. O también puede que sea por miedo al ver que la generación que llevo delante se acaba y que los siguientes ya somos nosotros.

Cartas

Número de cartas: 45158

Número de cartas en Abril: 174

Tribunas

Número de tribunas: 2038

Número de tribunas en Abril: 7

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador