¿Por qué existe el ego?
Porque para evolucionar es necesario tener la arrogancia de sentirse mejor que los otros superando dolor y miedo. O, por el contrario, llegar a comprender lo que nos rodea. "El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos". El liberal ama la libertad del otro tanto como la suya propia. El ególatra quiere dominar al diferente porque tiene miedo de que lo domine. El totalitario vocea igualitarismo como solución. Puede que lo clónico en masa, sin diferenciarse del próximo, dé seguridad, pero tal confianza en la clonación buscando inmortalidad colectiva no es evolutiva. El concepto diferenciador que obliga a morir para dejar paso a lo diferente atemoriza, pero permite evolucionar.
Noam Chomsky estableció que existe un protolenguaje común. Que nacemos con estructuras lingüísticas preestablecidas comunes. Ésa es la semilla de la consciencia que comienza a crecer y crea el ego. Lo hace desde el primer instante, al igual que desde el primer instante el Big Bang sabía ser preciso. El ego busca un lugar más allá del llanto del nacimiento y evoluciona en el tiempo para comunicarse con sus pensamientos y con los de otros. La conciencia se va construyendo desde la libertad individual: indaga, pregunta, dialoga, y no sabe si hay diálogo más allá de la incertidumbre de la muerte. "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios". Decir esto es propio de creyentes, pero si lo dice Noam Chomsky con otro lenguaje es argumentación científica. ¿Estamos creando el protolenguaje de un diálogo eterno?
Tengo admiración por las grandes figuras que han dialogado en el tiempo en busca de respuestas. Hace miles de años, un ser humano inspirado, que no conocía vocablos como resonancia cuántica o arrugas en el tiempo, escribió en el Génesis: "El Señor Dios plantó un jardín en Edén (...), el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal". La evolución nos ha dado un gran don. En el instante en que un ser humano es engendrado comienza a crecer la semilla de la comunicación de su ego con su entorno: crece así en busca de satisfacción y, a la vez, siente miedo a equivocar el camino. El "yo" ego, el "tú" cerebro y el "ello" conciencia no dejan de evolucionar. Miramos a las estrellas y dialogamos con la realidad del Universo. A lo mejor Carl Gustav Jung lo llamaba psique colectiva; otros, otra forma de diálogo. ¿Cuál puede ser el papel de la evolución en este Universo visible? ¿Adónde nos conduce un ego ciego de emociones sin utilizar mapa alguno?
Un padre viaja desde la R. D. del Congo para reclamar el cadáver de su hijo. El niño fue hallado muerto en una playa de Barbate. La patera naufragó y el cuerpo de su madre apareció en Argelia. La madre tenía un cáncer de difícil solución en Kinshasa y sabía que en Europa era posible la curación. No tenía elección: ése fue su drama. Otro titular nos informa de que un antiguo obrero del naval de Gijón ha fallecido en la plaza de garaje donde vivía. Allí vivió durante una década y estuvo muerto diez días. La soledad fue su opaca desgracia. Justificar tales hechos con la posesión de merecimientos superiores que nos diferencian y alejan de esos peligros es la tragedia del ego.
Cuando el angustiado mamífero despertó, el dinosaurio ya no estaba allí. Cuando la humanidad despierte, ¿habrá alguien allí?
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