Cuando el monte se quema algo suyo se quema
Señora consejera. Y no solamente suyo, de todos los asturianos.
Y es que, aunque los incendios afecten en su mayor parte a superficies de matorral, tojo, brezo y helecho principalmente, aquellas ocasiones en las que avanzan de manera imparable, como ocurre últimamente por la gran cantidad de material que hay acumulado en nuestros montes, han aumentado de forma alarmante las superficies afectadas.
El generoso gasto que la Administración ha aportado en los últimos tiempos a todo el aparato que conforma la extinción de los fuegos ha ido en detrimento de una muy significativa disminución de lo disponible para labores de limpieza y desbroce, adecuación de cortafuegos, selección de brotes, claras, clareos, podas, pistas, caminos y todas las actuaciones forestales que suponen el apartado de la prevención.
De tal manera, que no se puede pretender apagar incendios cuando los efectivos que se encargan de ello no puedan disponer, en el lugar del siniestro, de medidas arregladas que faciliten una adecuada acción sobre las llamas. Es inminente la necesidad de montes más limpios en Asturias y también de disponer de los medios pasivos en los que apoyarse, porque resulta básico para la acción efectiva en esta lucha.
En cuanto a lo relativo a las causas de los incendios, es necesario que se lleve a cabo una profunda labor de trabajo dirigido a su disminución; en el máximo grado posible, y actuando en cada caso según su propia naturaleza.
Una de esas causas es indudablemente la que podemos llamar actuación de desviados mentales; aquellos a quienes dan lumbre cobardemente en cualquier orilla de carretera, amparándose en la noche y, tal vez, en la valentía que les pueda proporcionar determinada cantidad de alcohol en el estómago. A esto ¿qué se puede decir? Únicamente rogar para que, en un golpe de suerte, caigan en manos de los Guardas del Medio Natural del Principado de Asturias, del Seprona, la Guardia Civil o la Policía Local. Esos lerdos, a quienes (aunque lo acertado sería medirles las costillas), los diversos agentes sabrán recetarles la medicina indicada para su enajenación, enviando los papeles pertinentes a la fiscalía.
Respecto a los ganaderos, de equino, caprino o vacuno, que puedan tener interés en favorecer con la realización de una quema la aparición de brotes nuevos para el aprovechamiento de pasto tierno y reciente se debe hacer diferencia entre las quemas de finales del invierno (febrero y marzo), realizadas de forma tradicional en Asturias, y que no suponen daños apreciables al terreno (excepto la consecuente proliferación del helecho), pues el fuego, en esta época, avanza de forma superficial, sin dañar el manto del terreno. Otra cuestión diferente son aquellas quemas realizadas en agosto, septiembre o incluso octubre, si el tiempo acompañara, y que debido a las temperaturas de superficie de suelo profundizan, quemando la parte aérea de las plantas, pero también suelo y subsuelo; con el perjuicio, retraso y degradación que esto significa para la consecución de una situación parecida, aunque ya nunca igual, a la precedente.
Sobre otros posibles apuntados como culpables, los fuegos realizados por cazadores, con fines de conseguir el movimiento de las piezas para llevarlas hacia las zonas de puestos de espera. No tengo conocimiento de casos en los que esto haya sido así. Por lo demás, en las zonas de reserva de caza las cacerías están supervisadas por los guardas del Medio Natural del Principado de Asturias, y en los terrenos que forman parte de los cotos regionales es la propia guardería de los cotos la que vela por el cumplimiento de la normativa.
¿Por rayos?, casos minúsculos. ¿Chispas ferroviarias?, casos inapreciables. ¿Líneas eléctricas?, desde hace varios años las empresas eléctricas han corregido las deficiencias de proximidad de tendidos, y aún continúan haciéndolo. ¿Acciones de cazadores furtivos?, tampoco a esto encuentro mucha explicación, pues el furtivo tiene su razón de ser en un método de caza al acecho y por sigilo, pero nunca incendiando el monte, asunto éste que no favorecería en nada su eventual escapada del lugar.
Negligencias; por quemas autorizadas o no, cuyo ejecutante pierde el control del fuego que ha iniciado, y lo que se pretendía fuera un arder de un montón de restos diversos, de limpieza de prados, de poda de árboles, de limpieza de sebes, o de restos diversos se escapa de dominio y se arma la marimorena.
Y es que en esta marimorena, como ya se apuntó, tiene mucho que ver el estado de los prados, el de los caminos, las pistas, las sebes, los zarzales, los castros, los pascones... matorrales diversos.
De ahí que la prevención deba ser (dejando aparte esta extinción que tenemos ya suficientemente dotada) el nuevo caballo de batalla para la acción política y administrativa.
Sin pretender dar a nadie lecciones de cómo deba desarrollar su trabajo, nuestros representantes políticos tienen que buscar la posibilidad de habilitar partidas económicas precisas para que los técnicos de la Administración puedan llevar a cabo un efectivo proyecto integral, a la vez que minucioso. Incluso concejo por concejo, en colaboración con Ayuntamientos para sus montes comunales, con las Juntas de Montes Vecinales en Mano Común, con las Juntas Vecinales de los pueblos, las Juntas de Pastos, en fin, implicando de manera activa y coordinada a todas las Administraciones, Instituciones o Agrupaciones para conseguir el establecimiento futuro de unas condiciones de seguridad preventiva que, de todo punto, resulta ya improrrogable. De esta manera podríamos empezar a hablar, en un futuro no muy lejano, de que en Asturias se consiga extinguir los incendios.
En caso contrario, como hasta ahora, seguiremos a merced de que al cielo le dé por llorar.
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