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El retrato del Ministro o el chocolate del loro

15 de Marzo del 2017 - Coro Junquera Lantero (Oviedo)

En este caso es el del ex ministro Sr Wert, pero podría ser el de cualquiera, puesto que están los ministerios y demás dependencias administrativas, todas adornadas con los retratos de todos y cada uno de los ministros, directores generales, alcaldes, etcétera, etcétera, que hayan pisado aquellos lares.

Y no se trata, que también, sólo de la cuantía del retrato, en este caso 20.000 euracos de nada, sino de la idiosincrasia y la altanería que rodea a todo esto.

Porque ya no sólo en épocas de crisis, sino en las de bonanza también, a lo mejor habría que ir planteándose cierta modernización en este tema, que aunque parezca insignificante, no lo es tanto si se mira desde el punto de vista de que no dejan de ser unos cargos administrativos más o menos poderosos, que están ahí por y para cumplir un trabajo, y que deberían fijarse más en pasar a la posteridad por el buen hacer y no por el retrato de turno que cuelgue cuando ellos ya no estén.

Pero claro, con la gloria hemos topado, con la soberbia, con la necesidad de pasar a la posteridad aunque hayamos sido nefastos, con el poder representado en que generaciones venideras nos contemplen, con que agarramos una cartera ministerial o similar y parece que nos la pegan con loctite.

Y una fotito, ¿no valdría igual?

Más económica, más de nuestro tiempo, ocuparía menos espacio

Ay, qué de gestos parecen el chocolate del loro, pero no lo son, porque en realidad supondrían una manera de ver las cosas diferente, una sensación que tendríamos los ciudadanos de que, en efecto, ahí están para trabajar por y para nosotros, no para volverse diosecillos a los que no se les puede ni toser.

Qué tontería, puede pensarse, ¿qué más dará un retrato más o menos?

Pero luego nos gusta ver cómo en otros países ni retratos, ni coches oficiales, ni gaitas.

Porque es eso, se trata de una nueva manera de hacer las cosas, de dar ejemplo, de ser ave de paso, de tener la certeza de que se está en determinado puesto para trabajar más y mejor y que lo importante no son los nombres, no son las personas, sino su labor.

Que yo, funcionario de turno, me lleve los folios para casa o los bolis o el papel higiénico no va a arruinar al país.

Que yo, ministro de turno, me encargue un retratillo de nada para seguir la costumbre, tampoco.

Pero es que hay cosas que no deben ser y punto. Hay costumbres que hay que cambiar. Y hay gestos que dicen mucho de un país, de una administración, de una persona.

Pidamos que se empiece en las escuelas con esta educación, pero mientras llegan los niños de ahora a ser los mayores del mañana, mientras esto llega exijamos cambios, que se pueden y se deben hacer.

P.D. Por cierto, al pobre loro era al único que le quitaban el chocolate, los demás seguían poniéndose morados, según cuenta la leyenda.

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