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La primavera, una cupletista

22 de Marzo del 2017 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Es la estación más hermosa del año, la más alegre, la más divertida, la más pinturera, que todo lo cambia y reverdece; ayer, fuente de inspiración de románticos poetas, cuyo amor era tan tierno como un tocinillo de Grado. Y decimos ayer porque aquel amor idílico y puro que cantaran Bécquer, Espronceda, Campoamor, Saint Pierre, Chateaubriand y tantos otros poetas y escritores romanticones, españoles y extranjeros, es hoy historia, como todos ellos. Hoy, la primavera nada influye amorosamente en nuestros jóvenes, porque los tiempos son distintos, malos tiempos, y la falta de trabajo, el paro o la maldita hipoteca de la casa, por ejemplo, les trae por la calle de la amargura. Y, naturalmente, no están para ripios ni exaltación amorosa en la primavera, que para ellos es otro crudo invierno sentimental. La primavera, pues, ya no es lo que era, y hoy se recibe como otra estación cualquiera. Y, además, viene politizada también, la muy puñetera.

Hubo un poeta asturiano, de Gijón, humorista él, que en 1914 publicó un libro titulado "Un kilo de versos", de una lectura carcajeante. De él extraemos el principio de su verso dedicado a esta verdusca estación: "Primavera bendita de mis amores, / reina de los diviesos y de las flores, / que con tiempo tan fresco, / lluvioso y crudo, / viene a visitarnos / casi al desnudo, / a simple vista, / tienes tipo acabado / de cupletista".

El autor de este célebre kilo de ripios se llamaba Luis Fernández Valdés, y lo firmó con el seudónimo de "Ludy". Él, al revés que aquellos poetas románticos, cantó a la primavera con una lírica disparatada, pero con una gracia enorme.

La alegre primavera hace que los abrigos vuelvan al armario y que de él salga la ropa ligera y veraniega, que en la mujer son faldas y vestidos vaporosos, tentadores, sobre todo si se trata de la corta y atrevida minifalda, que daría un soponcio a nuestras abuelas. Recuerdo lo que al respecto nos dijo aquel gran paisano que fue Pinón el Ferreru, del valle del Huerna, cuando apareció la "pecataminosa" faldita en cuestión: "Home, en una muyer bien fecha, bien fabricá, la minifalda ye pa cayer un de espalda". Cierto, Pinón, y si además tiene unos buenos pegollos, su atracción es completa. "Y que nun se vista per baxo y dexe los pantalones pal home, que va a tener que poner faldes". Estaríamos preciosos, Pinón, de pasarela.

Cachondeo aparte, la primavera es la explosión hermosa y florida de la naturaleza, que embellece y cambia por completo nuestro medio rural, sus montañas, sus valles, sus pueblos y aldeas, que viste de verdor, de luz y de alegría. Todo cobra vida en ella, arrolladoramente, convirtiendo en sinfonía la lluvia y el viento, todo cuanto es propio de ese medio o mundo rural nuestro, que es base y proyección de lo que hoy hace que Asturias sea un paraíso natural.

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