Ojos de niña
Te has levantado a golpe de despertador. Cogiste los "táperes" de la comida. Te espera el bus. Un "adiós" matinal distraído se encadena con un "hola" nocturno cansado y aún toca estudiar. Los recuerdos del día te asaltan desde las líneas esquivas del texto. Sueñas que ya acabó todo y que quemas el colegio, el instituto y la Universidad. Fallas que conviertes en hogueras de San Juan añadiendo apuntes y novios. Indultaste al "Ninot" del profe enrollado, a quien un día saludas detrás del mostrador de la tienda y le encuentras envejecido, tanto como a los vecinos de tu barrio, al que vuelves de vez en cuando los domingos con tus hijos mientras tu marido juega al fútbol con los colegas, y en casa se amontona la ropa en el caleidoscopio de la cesta de la colada del que estás tentada a rescatar la blusa negra, pues mañana dirán a quién dan el ascenso. Pero ascendieron al otro, al que se escaquea, al hombre que no necesitó encontrar el tiempo que tú robaste al sueño para prepararte más. Y el día de tu jubilación descuelgas de la pared de detrás del mostrador los diplomas que nunca llegaste a colgar, que sólo sirvieron para que tuvieras más conocimientos, y vas con tus nietos al parque. La prisa ya es sólo un oscuro recuerdo y miras la vida con ojos de niña otra vez. Hoy es tu no-día-de la mujer y, a la vez, no es tu día porque nadie inventó aún el día de las personas felices. Mirando hacia atrás buscando un balón escapado ves que pasaste toda la vida soplando cumpleaños, las velas eran retos. La brisa te susurra que te has asomado plena y valiente a la madurez. Sonríes al ver las primeras flores de la primavera y los surcos de la vida enmarcan tus ojos de niña de aquellos tiempos en que cogías los "táperes" de la comida y corrías hacia el bus. Entonces aún no sabías que llegarías a ser una persona importante de esas que no salen en las revistas, ni en los libros de Historia: llegarías a ser tú. Gracias por todo lo que aportas a esta sociedad, mujer.
Mª del Carmen Salgado Romera
Oviedo
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