Los miopes dominaremos el mundo
Miopes, hipermétropes, astigmáticos, incluso vosotros, estrábicos... no temáis, pues un día los cuatro ojos dominaremos el mundo. Hemos sido formados en las mayores adversidades y aquí seguimos.
Nuestro día a día es una constante formación en el arte de la supervivencia. Nos despertamos con el temor de quien sabe que ha dormido con las gafas sobre la cama, desayunamos y la taza hace resbalar la cucharilla para noquearnos, salimos de la ducha y no recordamos dónde están. De esta guisa recuerdo a algunos de los grandes maestros en la búsqueda de gafas, que tenían un par de repuesto sólo para encontrar el extraviado.
Vamos al gimnasio sabiendo que, de sudar, nos pasaremos más tiempo devolviendo las gafas a su sitio que entrenando; salimos a tomarnos una caña y la temperatura del local nos empaña los cristales; hacemos planes para ir al cine sabiendo que no, aún no existen las gafas 3D adaptadas para miopes. En verano la cosa no mejora, y es que tumbarse bajo el sol es sinónimo de refracción, darse un baño en el mar significa no encontrar el camino de vuelta a la toalla y, por si fuera poco, siempre existe el peligro de que un niño no miope nos golpee con su balón.
Un verdadero miope no tiene vacaciones y no descansa ni cuando llega a casa: el dolor detrás de las orejas será un recuerdo de que no podemos bajar la guardia, quitarnos las gafas delante del espejo nos mostrará unos ojos cada vez más diminutos y tumbarnos en la cama para leer de lado es imposible (muchas patillas han muerto por culpa de esto último).
Podríamos plantearnos la idea de usar lentillas, pero un auténtico cuatro ojos no es cobarde, no oculta su identidad. Es conocedor de sus debilidades y las aprovecha para ser más fuerte. Y nunca pierde la compostura, excepto, claro, cuando se cruza con un moderno que lleva gafas sin cristales. Entonces está totalmente justificado perder la compostura.
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