Sobre los profesores de Religión Católica
En la enseñanza existen una serie de asignaturas que son necesarias, fundamentales, como la Gramática, las Matemáticas, la Geografía, la Física, etcétera, para el desarrollo personal y social, y la vida y el progreso.
Pero en estas asignaturas no se dan respuestas directas sobre otras cuestiones que preocupan y se plantean todas las personas, como ¿de dónde procedo?, ¿existe un ser superior creador del mundo, de la vida, del hombre?, ¿termina la vida del hombre con la muerte, o existe una vida eterna?, ¿existen el bien y el mal como valores permanentes y universales, o todo es relativo y dependiente de la voluntad del hombre?, etcétera.
Y todas esas cuestiones son cosas fundamentales para nuestra vida. Y a todas esas preguntas da una respuesta razonable, razonada, fundamentada seriamente la doctrina de la Iglesia Católica. No se trata de leyendas, mitos, invenciones, elucubraciones o invenciones de interés de la Iglesia. Tampoco se trata de cosas solamente creíbles, ignorantes o crédulas. Por el contrario, son millones de personas de los más altos niveles intelectuales, profesionales, científicos los que profesan la fe católica. Y esta misión tan difícil, tan complicada y tan trascendente corresponde a los profesores de Religión.
Es evidente que estos profesores deben tener un nivel cultural y religioso al nivel del que tienen los demás en sus respectivas asignaturas. Y su preparación la adquieren a través de las instituciones de la Iglesia. Su función no consiste en una catequesis o un adoctrinamiento, pero tampoco es algo aséptico, pues el profesor debe procurar que sus alumnos, libremente, sin ninguna coacción, se sientan atraídos hacia el bien, la verdad y la belleza de la fe de Jesucristo que la Iglesia nos transmite.
En ningún caso debe considerarse esta asignatura como algo ajeno a la enseñanza, pues, además de su trascendencia en el orden sobrenatural, tiene una indudable importancia en el orden social como elemento de cohesión, de respeto, de paz y de solidaridad.
El nombramiento y cese de ese profesor corresponde a la autoridad de la Iglesia en sus respectivas diócesis. Y las reclamaciones contra los ceses deben resolverse exclusivamente en esa vía. No es correcto hacerlo ante otras jurisdicciones, y menos hacerlo en la prensa.
El profesor de Religión debe tener las mismas consideraciones que los demás en cuanto a retribución económica, elección de horarios, cargos y disposición del tiempo necesario para realizar sus programas.
Por otra parte, no debe olvidarse que la elección de esta enseñanza es decisión libre del alumno o de sus padres.
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