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Caldas de Rainha y Peniche, en el centro de Portugal

9 de Abril del 2017 - Ángel García Prieto (Oviedo)

En 1482, la reina Leonor, esposa de Juan II, en un viaje que realizaba al monasterio de Batalha, para asistir al aniversario de la muerte de su suegro, Alfonso V, se sorprendió al ver una fuente de agua sulfurosa y caliente que era utilizada por los lugareños para intentar curar dolencias reumáticas, y decidió bañarse en aquellas charcas, para concluir que eran ciertos sus efectos terapéuticos. A partir de entonces comenzó a gestionar la fundación de un hospital, que acabó siendo una realidad y que un siglo después el rey don Juan V reconstruyó, amplió y, en aquel ambiente, se constituyó el núcleo de lo que ahora es la ciudad llamada Caldas da Rainha, de 25.000 habitantes.

Su parque, que es amplio, bonito y sugerente, lleva el nombre de Dom Carlos I, rey que a principios del siglo XX lo mejoró, entre otras cosas con unos jardines románticos, donde está el Museo de José Malhoa (Caldas da Rainha, 1855 - Figueiró dos Vinhos, 1933), pintor naturalista que es una de las figuras de las bellas artes más importantes de la historia de Portugal. La iglesia aneja al Hospital de Dona Leonor, a través de un corredor abovedado, es del siglo XVI y está dedicada a Nossa Senhora do Pópulo; tiene una curiosa torre gótica con decoraciones manuelinas, un retablo renacentista y sus naves están recubiertas con bellísimos paneles de azulejos.

En la población hay también un valioso Museo de Cerámica, con mucha obra de Rafael Bordalo Pinheiro, personaje muy conocido del siglo XIX por su actividad como ceramista. Por otro lado, el centro histórico de la ciudad, en torno a su plaza de la República o del Mercado (porque tiene un animado mercado diario), tiene mucho encanto portugués.

Peniche es una ciudad marinera cercana a la anterior, con el segundo puerto de pesca mayor del país, industrias conserveras y de construcción naval. Con más de 15.000 habitantes, se extiende en un istmo cercano a una costa irregular de playas y acantilados, con formaciones rocosas de formas cársticas llamativas por la erosión, como de discos apilados, que alcanzan su máxima expresión en el cabo Carvoeiro. Allí está emplazado un faro, junto al que se yergue en el mar la roca erosionada llamada Nave de los Cuervos y se extiende el panorama frente al archipiélago de las Berlengas, tres grupos de islotes situados a unas cinco millas de Peniche y que desde 1981 están considerados una reserva natural. Sólo una de esas islitas, la Berlenga Grande, con 79 hectáreas de extensión, está habitada y es accesible al turismo.

En Peniche hay un llamativo fuerte del siglo XVI, luego ampliado con los sistemas de fortalezas abaluartadas, que ha sido ocupado en muchas ocasiones a lo largo de la historia por unos y otros combatientes; su penúltima función fue ser cárcel de seguridad en la época del Estado novo y en la actualidad es museo y atalaya del paisaje playero y rocoso de aquella costa. Dos lugares que vale la pena visitar si se anda por aquellos lugares lusos, por otro lado llenos de otros puntos de interés, como el monasterio de Alcobaça, la ciudad de Leiria, el santuario de Fátima, Nazaré y Óbidos.

Ángel García Prieto

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