Debates express
Amortizada la princesa del pueblo, parece que persistimos en sostener como líderes del debate patrio a personajes cuyo coeficiente intelectual no supere al de una albóndiga. Me tienta no sumarme al último debatillo propuesto por el actual figura sobre quien se posan los focos, ávidos de activar el ventilador para tenernos entretenidos. Las opiniones de un excelente futbolista, que a todas luces no es el más listo de la clase, me traen sin cuidado, hasta ahí podíamos llegar, cada cual es siervo de sus palabras y también de lo que quiere escuchar. La parte que me ocupa es la que resulta de su ideología nacionalista y ese es el segmento curioso del proceder humano, pues en este caso, como en tantos, sus opiniones tienen un impacto diferente a uno y otro lado del Mississippi, y lo interesante es que más allá de que lo que diga sea o no cierto, discutible, matizable o acertado, lo que pesa en la opinión de las personas mayoritariamente, es el lado del que se encuentran, siquiera emocionalmente. A un lado de la orilla se le da ciegamente la razón y en el otro se la quitan, igualmente a ciegas e igualmente por la misma razón. En ambos casos lo que importa es que quien lo dice es indiscutiblemente un nacionalista catalán. La visceralidad de las posturas ante un símbolo es la más palmaria muestra de que las emociones suelen imponerse por goleada a la razón. Desafortunadamente.
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