La cocina hospitalaria: Asturias, calidad
En estos tiempos movidos, convulsos, de redes sociales... donde la cocina sólo está en manos de los grandes chefs y de los cocineros estrella Michelin, bueno es acercarse a unas propuestas gastronómicas de hospital donde la calidad de lo elaborado y servido está a una altura insospechada y apenas se le da la importancia que debiera. Y en esas enormes cocinas industriales desarrollan su labor destacados trabajadores de la causa coquinaria que preparan unos menús sobresalientes para los muchos pacientes que pueblan los hospitales de nuestro país. Y en Asturias, los centros médicos de Oviedo, Gijón y el Valle del Nalón, por citar unos ejemplos, cuentan con un servicio de comidas dentro de la sanidad pública de auténtica categoría. Se sabe que las elaboraciones se llevan a efecto con premura y agilidad, ya que son grandes cantidades de productos los que preparan diariamente y apenas hay tiempo para dedicarse a esos trabajos minuciosos y creativos como son los referidos de los popes de la cocina actual. No obstante, esos esforzados cocineros, pinches y personal de apoyo conocen como pocos el universo cocinero y con su logística e intendencia cotidiana montan verdaderas recetas para el consumo hospitalario, que resulta complejo y medido por aquello de tratarse de comida para enfermos. Los médicos especialistas y los nutricionistas o nutriólogos se encargan de ajustar los puntos de cocción, sal, azúcar y demás circunstancias para alcanzar el equilibrio organoléptico necesario de un menú especial y con mayúsculas... Y es interesante saber la calidad, el sabor y la concienzuda elaboración de unos platos que con el toque hospitalario son un ejemplo regional y nacional de las cosas bien hechas, bien realizadas y que apenas se conocen y se les da promoción. La mayoría de los pacientes de estos complejos hospitalarios suele decir lo bien que ha comido o cenado. Una manera de homenajear al personal cocinero que todos los días se envuelve en razón doméstica y con formación, sapiencia y estilo profesional oferta bandejas de salud, emoción y vida a los miles de usuarios que pueblan las habitaciones hospitalarias de los centros médicos asturianos. En las cocinas de esos complejos sanitarios no hay estrellas Michelin, no hay cocineros de vanguardia mediática, no hay seductores de la verborrea culinaria con esas reducciones de Pedro Ximénez o virutas de foie en un basamento de atún rojo, algas marinas y lima suave con almendras marcona y ajonjolí... Hay hombres y mujeres que saben cocinar, que les gusta lo que hacen, que están ilusionados con sus menús diarios, con esas sopas reconfortantes, esos cocidos alentadores, esos finos vegetales, esos pescados y carnes ajustados al gusto de la casa médica y esos dulces dietéticos que huelen a hojaldre requemado. Bien por la cocina hospitalaria y sobresaliente a todo el personal cocinero, que, con su esfuerzo, talento y casta culinaria, entrega todos los días su ánimo, sus sensaciones y sus dotes para que las ollas, las perolas, las sartenes, las planchas y demás útiles de esas cocinas inmensas estén en ese punto de servicio idóneo para satisfacción de los pacientes... Y algunos que se quejan del mal comer en esos hospitales es que en sus hogares lo bueno está oculto y escaso. Cocina hospitalaria asturiana, calidad y verdad salutífera. ¡Toda una marca cualitativa que hay que vender y conocer algún día!
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