Los hombres que no amaban a Twitter
"Casandra Vera, una joven de 21 años, se enfrenta a una pena de prisión por un chiste".
Para cualquier lector que no esté familiarizado con el uso de esta red social, deberíamos aclarar los siguientes matices. En Twitter no se hacen opiniones públicas, sino opiniones que se hacen populares. Algo que es tajantemente distinto, el recorrido de nuestro comentario no aumenta en base a cuánta gente seguimos sino en relación a cuánta gente nos sigue -o nos encuentra- y está de acuerdo. Entonces, en el caso de Casandra Vera, se debería valorar si utilizó su popularidad en la red para hacer eco de ciertos chistes o si por el contrario fue la plataforma -y por tanto todos nosotros- los que proyectamos su opinión hacia la popularidad.
Porque todos y cada uno de nosotros hacemos comentarios en el ámbito privado que, dichos por televisión, serían denunciables, condenables, inmorales, racistas o machistas. Imagine usted, como lector, que tras una opinión musitada en la marea de la calle más transitada del mundo descubre a millones de personas diminutas escondidas en una esquina, con cámaras y micrófonos, todos preparados para dar bombo y platillo a su comentario. ¿Le podrían recriminar lo que acaba de decir a media voz?
Es cierto que toda opinión escrita en Twitter está considerada como una opinión pública, pero no toda opinión pública debe alcanzar el estatus de escándalo público. Todo depende de la audiencia y en Twitter es imposible calcular el impacto que tendrá un comentario antes de hacerlo. La denuncia contra Casandra Vera, estudiante becada con intención de dedicarse a la docencia, es el auténtico atentado contra el ser humano. No unos chistes sobre Carrero Blanco.
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