Agradecimiento al HUCA y al Hospital San Agustín
Cada vez es más frecuente la publicación en la prensa cartas de agradecimiento a la sanidad pública por el buen trato recibido. En efecto, España tiene una sanidad de primera y el personal que trabaja en ella es excepcional. Medios técnicos y humanos unidos en una única finalidad: devolver la salud al enfermo. Mi esposo, José Emilio Gutiérrez García, conocido como “Pepín el Estanco”, ha tenido que estar interno primero en el Hospital de San Agustín y en una segunda fase en el HUCA. Desde el primer momento en ambos centros trataron con ahínco que recuperarse la salud que había perdido y que le iba a ocasionar, en breve plazo, un fatal desenlace. Por suerte, todo acabó felizmente gracias a la intervención de un equipo de profesionales del HUCA coordinados por el Doctor Pinto. Son doctores en salud, pero también en el trato humano porque la afabilidad, franqueza y sencillez están bien presentes.
Pero el hecho destacable ha sido en ambos centros hospitalarios su personal. Todo fueron atenciones, palabras reconfortantes que en momentos de pesar y tristeza han servido para levantar el ánimo y albergar esperanza en recuperar el bien más preciado que el ser humano tiene: la salud. En momentos de necesidad del paciente, ahí está el personal de enfermería que con delicadeza, profesionalidad y diligencia tratan de poner remedio a la situación. También hay que felicitar al personal de la limpieza y de mantenimiento del edificio que, gracias a su labor, los pacientes y acompañantes encontramos las instalaciones en perfectas condiciones. Y cuando mi esposo pudo disfrutar de la comida, les puedo asegurar que ni el mejor restaurante de cinco estrellas puede competir con ella.
En definitiva, una gran cadena que son una bendición, un personal excelente y que, a mi modesto entender, el alta debería ir acompañada de una factura para que todos nos diéramos cuenta del gasto que ha supuesto nuestra estancia en el centro hospitalario. Así, la gente valoraría más el coste de la sanidad pública y se respetaría más a esas personas que con todo su cariño tratan de mejorar nuestra salud. Todos ellos merecen nuestra consideración y respeto por su labor, dedicación y trato humano. De verdad que son una gente excepcional.
Mí último pensamiento es de agradecimiento a la familia de la persona que en su día quiso ser solidarios con los demás donando sus órganos. Un gesto de enorme generosidad y valentía. Gracias a él/ella, mi esposo continúa disfrutando de la vida en Bañugues.
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