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El hasta siempre de algunos de los médicos del Instituto de Silicosis

3 de Enero del 2010 - Dámaso Escribano (Gijón)

Mencionar el Instituto de Silicosis entraña diversos e importantes connotaciones, sobremanera aquí en Asturias; unas de simbología social y reivindicativa como la derivada de la acción sindical de la minería del carbón, tan arraigada en nuestra región y tan estrecha con el Instituto de Silicosis, centro donde inicialmente allá por los ochenta ingresaban los trabajadores mineros afectados fundamentalmente de enfermedades relacionadas o adquiridas en el desempeño de su profesión como la silicosis y otras neumoconiosis, posteriormente, la atención se extendió a los familiares de los mineros y, más tarde, a toda la población general subsidiaria de recibir atención médica por procesos relacionados con patología respiratoria.

Otra función también entrañable y muy relacionada con el carácter de ámbito nacional que su propio nombre recoge, Instituto Nacional de Silicosis, hace referencia a la labor asesora realizada por el departamento técnico del centro a diferentes empresas, sobre todo, mineras del carbón, pero también otras, yeso, caolín, pizarra, etcétera. Los estudios de prevención del riesgo relacionado con la explotación minera del carbón, hulla, antracita, etcétera, así como a otras empresas con posible riesgo pulvígeno, siempre han sido impecables y, sin duda, han controlado tanto el número de trabajadores afectados como el grado de severidad de la enfermedad pulmonar.

Pero, hablando de un centro como es el querido Instituto de Silicosis cuyo cometido fundamental ha sido la labor sanitaria, tenemos que hablar de un centro hospitalario modélico que es como fue concebido desde sus orígenes en el comienzo de los años setenta del siglo pasado, desde luego, la labor desarrollada de forma entusiasta ha supuesto no sólo una acción curativa o reparadora para los pacientes, sino también rehabilitadora y preventiva, sin poder olvidarme de la actividad docente e investigadora.

Sus diferentes servicios, neumología, cardiología cuando la hubo, neumología ocupacional, fisiología respiratoria, anatomía patológica, radiología, etcétera, supusieron núcleos de formación para futuros especialistas. Mencionar, asimismo, la cualificación y la formación de la enfermería de todo el centro y que tan dignamente desarrolla sus labores.

Por fin, un hasta siempre, que no un adiós, a nuestros queridos compañeros jubilados que de manera encomiable trabajaron durante tantos años y que de alguna manera se pueden considerar como sus médicos fundadores, los doctores: J. A. Mosquera, A. Muñoz, J. Sala Felis, J. Hitado, G. Gea, J. L. Menéndez del Campo, M. Corrales, cuyo compromiso y esfuerzo con la sociedad a la que sirvieron y, en particular, a los pacientes a los que curaron o confortaron con singular dedicación les hicieron merecedores de al menos esta carta emotiva y cariñosa que, sin duda, seguro puede suscribir cualquier ciudadano de bien.

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