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El segundo asesinato de José Calvo Sotelo

6 de Mayo del 2017 - Hortensio Javier Muriel Lamela (Oviedo)

La Ley de Memoria Histórica se debería aplicar a los hechos ocurridos a partir del 18 de julio de 1936 (alzamiento, Guerra Civil y dictadura). Su fin se supone que es el de unirnos, y no el de separarnos de nuevo.

Si se aplicara a los hechos ocurridos antes, habría que quitar el monumento a Aída de la Fuente por golpista contra el gobierno legítimo de la República, y no hacer exaltación de la Revolución del 34 por el mismo motivo.

A José Calvo Sotelo lo sacaron a la fuerza de su casa, lo metieron en un vehículo de la Guardia de Asalto y lo asesinaron de dos tiros en la cabeza, efectuados por la espalda, el día 13 de julio de 1936, cinco días antes de que empezara la última Guerra Civil española. Cuando lo asesinó "La Motorizada", guardia semipolicial de Indalecio Prieto, en represalia por el asesinato del teniente Castillo, no existía el franquismo, entonces ¿cómo iba a serlo? Era diputado nacional en las Cortes Republicanas por el Bloque Nacional, pequeño partido monárquico de derechas, elegido por el pueblo, y en su nombre hablaba en el Parlamento republicano.

El argumento para quitarle la calle es que cuando se puso su nombre a la calle (1937), se hizo como exaltación de un personaje del franquismo.

Volvemos a reiterar la misma argumentación, cuando lo asesinaron no había empezado la guerra y no existía el franquismo. Lo que hayan hecho con su nombre después de asesinarlo no es culpa suya. ¿Habrá que quitar de la vía pública las estatuas y nombres de calles de Don Pelayo, los Reyes Católicos, El Cid, etcétera..., porque en la dictadura se hizo exaltación de ellos? Si quieren quitarle la calle porque no están de acuerdo con lo que pensaba y defendía, háganlo, pero, por favor, digan la verdad y no se escondan bajo excusas.

Los hechos históricos hay que juzgarlos con todas las variables políticas, económicas, sociales, etcétera... de la época en que se desarrollaron. Si los juzgamos con las ideas y valores que tenemos hoy en día, nos resultan difíciles de entender y comprender, así como entender hoy que algún político vaya al Parlamento armado con una pistola y amenace con ella a otros diputados, que se lancen amenazas de muerte desde la tribuna de oradores contra los rivales políticos, que las portadas de algunos periódicos llamen al exterminio del rival, que los partidos de izquierda voten en contra del voto de las mujeres, incluida alguna diputada de izquierdas y muchos diputados socialistas, etcétera. Dejen la Historia a los historiadores y hagan política, que para eso les hemos elegido.

Dicen hoy que en la guerra hubo buenos y malos, igual que en la dictadura de Franco, pero al revés. Yo no lo creo, todos fueron víctimas, verdugos, héroes, villanos, buenos y malos. Presos de una época de cambio, de revolución, de ideales maravillosos sin ejecución práctica posible, de soluciones mágicas, de comunismo o fascismo que se los llevó a todos por delante, la tercera España se redujo a unos pocos que, militando en alguno de los dos bandos, no pudieron impedir la barbarie colectiva que supuso la guerra.

Por la libertad no luchó casi nadie, a no ser que el fascismo y el comunismo sean sinónimos de libertad. No sé quién hablaba de Badajoz. No se vaya tan lejos. Aquí, donde usted vive, en la casa del "Chorín", calle Foncalada, número 1; en el hospital de Llamaquique, con sus cruces rojas en el tejado indicando que era un hospital; en su ciudad, destrozada en un 80 por ciento a base de bombardeos y bombas, vea las fotos, es igual que Alepo, pero en blanco y negro. La guerra no perdona, y una guerra civil, menos.

Antes de acabar, sólo recordarlos a todos, a mis rojos y a mis nacionales, a mis falangistas y a mis comunistas, que de todo tuve, supongo que como todos los españoles. Todos ellos forman parte de mí y a todos los quiero y comprendo. Me queda la pena de que a algunos no llegué a conocerlos, los mataron en la guerra o tuve muy poca relación con ellos, pues volvieron del exilio cuando yo era muy pequeño y todos ellos ya se fueron. No me queda ninguno, el tiempo se los llevó. A veces me pregunto si a mi tío abuelo falangista lo mato mi tío abuelo comunista, pues los dos lucharon en la batalla del Ebro y el primero murió allí.

Lecturas recomendadas: la Ley de Memoria Histórica (Ley 52/2007 de 26 de diciembre, BOE número 310); "La noche en que mataron a Calvo Sotelo", de lan Gibson, y "La Ciudad Indómita", de Esteban Greciet.

Para acabar, sólo unas palabras de Manuel Azaña: "Paz, Piedad y Perdón".

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