Tiempo de extremos II, el regreso.
Los extremos se tocan o, como leí alguna vez por ahí; nuestros dioses son enemigos pero nuestros demonios son hermanos. Pongamos un ejemplo en cierta noticia que va decayendo arrastrada por la brisa de otras nuevas: ese autobús que anduvieron paseando una especie de sicópatas fanatizados. Enfrente mucha gente normal, pero también cantamañanas como una dirigente de Podemos que alienta, pásmense, "a prohibir que los colegios induzcan a creer que la heterosexualidad es la norma"
Habría que empezar por aclarar a esta señora que a su pesar la heterosexualidad es la norma, será culpa de una tozuda realidad matemática y machista, también lo es entre los jilgueros y los leones, cosas de esta Naturaleza mal diseñada, lo cual, ni muchísimo menos, al menos por mi parte, ha de restar el mínimo derecho a cualquier otra realidad o condición, pero que la heterosexualidad es la norma es absurdo cuestionarlo, tanto como que el granito es más duro que el jabón de olor. Con un coeficiente intelectual no muy desarrollado y unas funciones de comprensión lectora manifiestamente mejorables alguno o alguna concluirá que estoy en contra de igualdades y derechos extensibles para todos, pero ni de lejos es eso cierto, es que me irritan la idiotez y el desperdicio de recursos en artefactos ideológicos particulares. Pero me resultaría aburrido explicar a unos y otros o unas y otras, miles de razonamientos simples que desmontan sus pobres ideologías, ya que las mentes fanatizadas requieren un trabajo más profesional que el que yo podría administrar en cuatro líneas mal juntadas. Lo que me interesa compartir con la gente promedio son algunas consideraciones de andar por casa que me vienen. Por ejemplo, en ambos extremos se dan las mismas estrategias de partida, esa maldita obsesión por el sexo que tienen algunos, en todo tiempo y lugar, a medida que se es más fanático. Otra insana costumbre que tienen ambos bandos es la manía de querer controlar los colegios, convertirlos en viveros de su delirio, educar alumnos en base a eslóganes, formar soldaditos acríticos a los que inocular ideologías, fobias y cuestiones que de ninguna manera se elaboran de natural a ciertas edades.
Por descontado que todo es mejorable, empezando por estos portaestandartes de la tontuna y la exaltación, lleven buses o banderitas, no estaría de más un poco de sentido común. Con naturalidad todo se normaliza. En las competiciones de gritos a ver quién dice la sandez más grande, tapamos la voz de la sensatez y perdemos todos. He dicho.
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