Armas químicas, niños gaseados
Días atrás, al tiempo que se conmemoraba el 80 aniversario del Guernica de Picasso, nos llegaban las espeluznantes noticias de un ataque con armas químicas a la población civil de Siria, perpetrado por aviones del ejército del dictador Bashar al Asad. Las cifras evidencian la matanza que se produjo: un centenar de víctimas mortales de los cuales más de 20 fueron niños.
Todo lo malo vuelve a repetirse. Las armas químicas lanzadas por unos locos genocidas sobre civiles, el pasado martes, han dejado a la vista del mundo entero decenas de niños muertos por angustia respiratoria. Las madres y los padres que no tuvieron la fortuna de morir al mismo tiempo, nunca olvidarán sus espasmos musculares de aquellos niños y el pánico en sus desorbitados ojos por no poder llevar el aire a los pulmones, en una agonía insoportable.
Anteriormente la guerra de Siria había puesto bastante alto el listón de las atrocidades bélicas. Nunca antes centros civiles como escuelas u hospitales habían sido objetivo prioritario. Ahora la crueldad ha subido de grado en el bombardeo con agentes químicos en la zona rebelde siria. Ciertamente, no es la primera vez que el régimen de Asad utiliza gases tóxicos, pero el ataque sobre la población de Jan Sheijun indica que en esta ocasión se han usado gases altamente mortíferos, que en el mejor de los casos, deja gravísimas secuelas.
Lo que actualmente está ocurriendo en Siria, las imágenes de los niños muertos por la acción de las armas químicas, nunca pueden parecernos lejanas. Nos tienen que afectar como miembros de la humanidad que somos, pero por desgracia forman una parte de nuestra responsabilidad y nuestra vergüenza.
Las estremecedoras fotografías de los afectados, especialmente de niños, vienen a demostrar el horrible efecto que causan estas armas. Las víctimas, a golpe de manguera, han sido remojadas con agua a fuerte presión mientras eran desnudadas a tirones para quitarles la ropa infectada de gas tóxico. Las imágenes han dado la vuelta al mundo y dejan sin aliento. Hombres, mujeres y niños, sobre todo niños, medio desvanecidos, aturdidos , muertos ya, quizá, entre desesperadas carreras de quienes aún podían ayudar.
Todo ello ha vuelto a dejar un enorme reguero de rostros--otro más-- del horror que se está viviendo en esta guerra de Siria, conflicto que ya ha sobrepasado con creces los seis años.
Pero una masacre química así es tan grave que obliga a reaccionar de inmediato pues la primera potencia mundial no puede, al menos sobre el papel, tolerar algo tan inhumano.
Por lo pronto, hay que hacer todo lo posible para que los que planearon y ejecutaron esos bombardeos con agentes químicos, rindan cuentas ante un tribunal internacional. La humanidad, toda, tiene que reaccionar ante tamaña barbarie.
Entretanto, Moscú y Teherán, deberán tomar buena nota.
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