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¿Aceites de palma?

13 de Abril del 2017 - Javier Arjona (Siero)

Se puso de moda y se generalizó el rechazo, también mediático, del aceite de palma.

¿Por qué ahora, por qué con tal intensidad, quién lo ha determinado como campaña?

Convendrá recordar el rechazo generalizado de los movimientos campesinos, ambientalistas, populares, sociales, al diseño de los agrocarburantes que tenían su base en la extensión y explotación intensiva de la palma aceitera en varios continentes. Y cómo ese monocultivo destrozaba economías campesinas, destruía selvas primarias, intervenía decisivamente en el incremento del agronegocio, que lleva implícito uso masivo de venenos.

Pero en esas épocas se cerraban los ojos y los oídos y las redacciones de los periódicos ante "el progreso" que significaba ese nuevo combustible al que el MST de Brasil determinó definirlo como el que "llenaba los tanques y vaciaba las barrigas", al sustituir los cultivos para comida por los cultivos para combustible.

Tampoco convendrá olvidar que en Asturias, en El Musel, muelle de La Osa, estaban aprobados por el Gobierno "los mayores" depósitos de ese agrocarburante, y que el presidente autonómico Tini Areces puso la primera piedra, con foto e inauguración, de dicha planta a iniciativa de los empresarios Jiménez Belinchón, quienes pocos meses después declinaron de seguir con la obra "por insuficiencia de financiamiento", dijeron.

¿No era malo el aceite de palma en aquella época de 2007, o se miraba para otro lado, y ahora recuperamos el sentido y dirección de las miradas?

¿No se estaban destruyendo ya las selvas en Malasia para esas plantaciones masivas de palma, no existían ya estudios más que rigurosos como para determinar como "necrocombustibles" a estos experimentos que no eran precisamente con gaseosa?

Pues no sería porque no les fueran recordadas esas externalidades por parte de grupos, colectivos y campañas asturianas como la de la soberanía alimentaria, que aprovechaba espacios como el abril de las luchas campesinas para enviar "cartas" gruesas a las autoridades de Asturias, que nunca contestaron, o para tratar de interlocutar con las empresas estrellas de aquel producto en cuya propaganda ponían el empeño de hacernos creer maravillas y futuro luminoso, una de ellas en plena calle Uría, que sí tuvo a bien conversar sobre estas preocupaciones, "no conocía" en cambio la situación de las extensas llanuras colombianas, en territorios del mafioso y zar de las esmeraldas Víctor Carranza, no aptas para el cultivo de la palma, donde la empresa asturiana con el beneplácito del gobierno (también entusiasta en materia de agrocarburantes) del presidente Uribe pretendía y propagaba realizar sus grandes inversiones energéticas.

La palma aceitera y el aceite de palma, por sí solos, tienen sus características, evaluables y valorables. Lógicamente aquí se habla de otras cosas derivadas como son el uso masivo, extensísimo, dependientes del latifundismo, del acaparamiento de tierras, del destrozo de comunidades locales, de la imposición de modelos extraños en lugares donde había selva que fue destruida para unos beneficios efímeros de los terratenientes, de los industriales y de los mafiosos.

A veces con la complicidad también de instancias que hacen de punta de lanza: no debiera olvidarse cómo la WWF, la ong que usa el oso panda como logo, fue señalada de contribuir a favorecer las empresas de agrocombustibles para justificar la construcción de más refinerías y más centrales energéticas a base de aceite de palma en Europa.

La promesa de «aceite de palma sostenible", respaldada por la WWF, fue un factor importante detrás de la decisión de la Unión Europea de mantener un porcentaje obligatorio de agrocombustibles de un 10% para 2020 y la RSPO fue utilizada para permitir que el aceite de palma pudiera optar a recibir subvenciones y otros beneficios. Y ello acelerando la expansión indiscriminada de la palma aceitera en muchos otros países como México, Guatemala, Camerún, RD Congo, República de Congo, Colombia, Uganda, Tanzania, después de haber destruido inmensos territorios en Indonesia, en Malasia, en Papúa.

Bienvenida sea la nueva actitud de rechazo al aceite de palma, siempre que suponga también un cambio de modelo en la agroindustria, y las aspiraciones del campesinado (con su Declaración de Derechos a estudio en la ONU) a fortalecer la economía campesina, fortalecer espacios agroecológicos, y desbaratar el acaparamiento de tierras, tenga cabida cada vez mayor, como se está exigiendo en estos tiempos de luchas campesinas.

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