El mejor orgullo: ser español
Lo que voy a relatar, juro y perjuro, como si una Biblia tuviera delante, que es verídico y más cierto que cierto y que no me ha ocurrido sólo una vez, sino varias.
En mi casa, y ahora a mis tres hijos, siempre nos han encantado los perros. Adoptamos hace dos años a una border collie, tranquila, muy buena y que aporta un acompañamiento sano y grande a nuestra familia y allí donde ella vaya.
Suelo sacarla a sitios y lugares diversos dentro de las cercanías de Oviedo, pero principalmente la llevo al Campo San Francisco.
Recientemente me encontré con un chico de treinta y pocos. Mi perra lleva un collar de la bandera de España. Ese chaval me espetó a la cara: "Eres una hija de puta fascista". Conté hasta más de diez y, tranquilamente, le contesté: ¿Tienes el pasaporte en regla para haber entrado en este parque de España? El treintañero me había hablado en un asturiano claro y legible, y se fue acordándose de mí y de toda mi familia.
Al grano: ni muchos, ni casi nadie, ni yo, insultamos gratuitamente a alguien que lleve el pelo morado o un color distinto, o que porte cinco pulseras moradas o verdes o que crucen el parque después de una manifestación llenos de banderas republicanas. Quiero llegar con esto a decir y constatar que ese color morado o esas banderas son de un partido, sólo de un partido, pero el collar que mi perra lleva es el de la bandera de España. La bandera de nuestra patria y nuestro país, con colores maravillosos que ensalzaron grandes descubridores, personajes, nóbeles, científicos, literatos y deportistas. Ya pasamos del cambio del callejero, que volverá a ser, sin duda, el mismo que había. Ya pasamos de las serias provocaciones religiosas, porque ninguna provocación, que era lo que querían, nos molesta, ya que les queda un telediario y lo sabemos.
Todo está muy dicho y muy manido. Bendito PSOE de Felipe González y sus barones. Bendito PP de Mariano Rajoy y demócratas puros, que aunque haya existido tanta corrupción, España se levanta, baja el paro y aquellas medidas que fueron terriblemente tomadas, poco a poco parece que fruto dan. Salga el que salga en las nuevas elecciones, no serán los chavistas. Qué pena, no sentir el orgullo de una bandera española, ¿verdad?
Señorita Taboada, don Wenceslao y el tripartito, que poco han hecho por este Ilustrísimo Ayuntamiento de Oviedo, muchas baldosas cambiadas y mucho ruido, pero pocas nueces. Recordarles que el color de nuestra ciudad es azul y siempre fue azul. Me hizo gracia que el Día Internacional de la Mujer las estatuas de mujeres se cubrieran con plásticos morados, cuando el lazo del cáncer y el color de las criaturas femeninas es rosa.
Gracias a La Nueva España y a los lectores que segura estoy que amamos a nuestra bandera y a nuestro Oviedo de gran historia, noble e invicta.
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